CLAVES
Algún lugar ya no será una referencia.
Cierta esquina ya no será un encuentro.
Al volver a mirar un paisaje nos asaltará un igual sentimiento
pero faltará el otro para reconstruir los hechos.
Nombrar un suceso mirándonos apenas
para situar exacto el lugar que sabíamos ya no será posible.
Ahora que estas claves no nos sirven hay que aprender las nuevas.
Serán otras, y nos llevará tiempo.
Algún lugar ya no será una referencia.
Cierta esquina ya no será un encuentro.
Al volver a mirar un paisaje nos asaltará un igual sentimiento
pero faltará el otro para reconstruir los hechos.
Nombrar un suceso mirándonos apenas
para situar exacto el lugar que sabíamos ya no será posible.
Ahora que estas claves no nos sirven hay que aprender las nuevas.
Serán otras, y nos llevará tiempo.
PEQUEÑO INVENTARIO
1
1
Un bar que ya no existe en Junín y Corrientes,
dos cafés y una chinche clavada debajo de la mesa.
2
Las voces del silencio leído en Plaza Francia
una tarde de sábado que debió ser septiembre.
3
Una pipa perdida en un taxi uruguayo
exactamente el 29 de diciembre del 63.
4
Los discos con canciones de la guerra española
cuya salpicadura nadie pudo evitar.
5
Mi Torcuato Tasso del que siempre te hablaba
que entre lo tanto hallado nunca recuperé.
6
El cineclub del IFT los martes de ese invierno
y la cruel Noche y niebla que nos dejó Resnais.
7
Jacobo -el gato de obra- que aparecía nocturno
con un hambre de siglos y cal en los bigotes.
8
Huesmear por viejos barrios buscando descubrir
los ocultos indicios del amor ciudadano.
9
La alegría de llegar a los mínimos pueblos
con el radiador lleno de mariposas.
10
Tu llanto desolado y el sol irreflexivo
en la luz de un verano de vino y Cafayate.
11
Un racimo de uvas que me supieron ácidas
la noche del silencio blanco de su agonía.
12
Algunos romances cruzándonos la vida
como una corta ráfaga en medio de los dos.
13
Tristezas, alegrías, partidas y reencuentros,
de aquellos años nuestros, ya lejanos.
DESCUBRIMIENTOS
Hubo un antes de bolsillos sin nada,
el pan en su necesidad casi era un lujo;
los centavos medidos para un viaje
y decidir si íbamos o regresábamos.
Un solo pantalón de verano a verano
que hoy es una sonrisa hacia otros días
pero entonces me castigó de inviernos;
el saco “Vivaldi” (que llamamos así
porque lo usé por años en las cuatro estaciones),
y dos camisas Grafa con los puños frisados
que sobrevivieron a esa pobreza digna.
Hubo un tiempo que fue de 20 años y lucha:
Vietnam, la militancia, los amigos jugados;
la reunión de los íntimos las noches de los martes:
el plato de fideos en la mesa tendida
con más ganas de estar que lo poco servido.
Los Mineros de Sánchez, la revista Actitud,
los “negocios” de Maury, la amistad de Jeannette,
la guitarra de Ayala, los textos de Roger Garaudy,
los precisos análisis políticos de Julio,
la lucha contra los ortodoxos que se libró después;
los dibujos de Vieytes, los grabados de Rueda
y las tantas anécdotas que nos dejó Raúl.
Las noches discutiendo en Hoy en la cultura
Hubo un antes de bolsillos sin nada,
el pan en su necesidad casi era un lujo;
los centavos medidos para un viaje
y decidir si íbamos o regresábamos.
Un solo pantalón de verano a verano
que hoy es una sonrisa hacia otros días
pero entonces me castigó de inviernos;
el saco “Vivaldi” (que llamamos así
porque lo usé por años en las cuatro estaciones),
y dos camisas Grafa con los puños frisados
que sobrevivieron a esa pobreza digna.
Hubo un tiempo que fue de 20 años y lucha:
Vietnam, la militancia, los amigos jugados;
la reunión de los íntimos las noches de los martes:
el plato de fideos en la mesa tendida
con más ganas de estar que lo poco servido.
Los Mineros de Sánchez, la revista Actitud,
los “negocios” de Maury, la amistad de Jeannette,
la guitarra de Ayala, los textos de Roger Garaudy,
los precisos análisis políticos de Julio,
la lucha contra los ortodoxos que se libró después;
los dibujos de Vieytes, los grabados de Rueda
y las tantas anécdotas que nos dejó Raúl.
Las noches discutiendo en Hoy en la cultura
o en la casa de Glauce, donde una madrugada
descubrí lo importante de ser claro y preciso,
abierto hacia los otros que esperan del poema
un atisbo de luz y no sombras y penas;
a partir de ese instante supe de mi horizonte
y fue definitivo. Eso pasó con vos,
caminando por Charcas y Salguero,
aquella vez que tuve la precisa visión de mi destino.
descubrí lo importante de ser claro y preciso,
abierto hacia los otros que esperan del poema
un atisbo de luz y no sombras y penas;
a partir de ese instante supe de mi horizonte
y fue definitivo. Eso pasó con vos,
caminando por Charcas y Salguero,
aquella vez que tuve la precisa visión de mi destino.
ALTO PRECIO
¿Fue necesaria la valentía hasta la herida?
¿Intentar ser mejores que el engaño
que duerme con un ojo abierto entre las sábanas matrimoniales?
¿Renunciar a la piel cuando el ardor no nos llamaba,
y al revés de los que van al orgasmo con libreta
como si se inmolaran, decir basta?
¿Fue necesario no haber tolerado la mínima mentira?
Desde siempre supimos que el amor debe permanecer a salvo.
Sé que aún lo pensamos.
Si la verdad es ésta la hemos conseguido,
pero pagamos demasiado caro.
¿Fue necesaria la valentía hasta la herida?
¿Intentar ser mejores que el engaño
que duerme con un ojo abierto entre las sábanas matrimoniales?
¿Renunciar a la piel cuando el ardor no nos llamaba,
y al revés de los que van al orgasmo con libreta
como si se inmolaran, decir basta?
¿Fue necesario no haber tolerado la mínima mentira?
Desde siempre supimos que el amor debe permanecer a salvo.
Sé que aún lo pensamos.
Si la verdad es ésta la hemos conseguido,
pero pagamos demasiado caro.
CAMINOS
Es en los caminos donde me hacés más falta,
porque en ellos nos repartíamos con intensidad
el buen tiempo o la lluvia (que era también buen tiempo),
el calor riguroso de La Rioja o el viento Norte
desatado sobre paisajes imposibles de hermoso.
El almuerzo frugal al mediodía
sobre el capó caliente del “Chumbulo”,
el blanco queso, el pan que era una fiesta
y el vino que nos acompañaba;
todo a la sombra impresionista
de cualquier árbol que sabíamos nuestro.
Después la corta siesta
en el silencio que aún parecía acentuar
un chirriar sostenido de “cigarras fanáticas”;
(esta imagen es tuya, doy fe de que es un plagio.)
Y volver a devorar distancias
con ese hermoso vicio de llegar y partir.
Era el paisaje el sitio que llenábamos de infinidad de cosas,
por eso el camino es el lugar donde me hacés más falta.
Es en los caminos donde me hacés más falta,
porque en ellos nos repartíamos con intensidad
el buen tiempo o la lluvia (que era también buen tiempo),
el calor riguroso de La Rioja o el viento Norte
desatado sobre paisajes imposibles de hermoso.
El almuerzo frugal al mediodía
sobre el capó caliente del “Chumbulo”,
el blanco queso, el pan que era una fiesta
y el vino que nos acompañaba;
todo a la sombra impresionista
de cualquier árbol que sabíamos nuestro.
Después la corta siesta
en el silencio que aún parecía acentuar
un chirriar sostenido de “cigarras fanáticas”;
(esta imagen es tuya, doy fe de que es un plagio.)
Y volver a devorar distancias
con ese hermoso vicio de llegar y partir.
Era el paisaje el sitio que llenábamos de infinidad de cosas,
por eso el camino es el lugar donde me hacés más falta.
DOMINGO
Llueve sin vos en la ventana que da al ciprés más alto y al olivo;
es una lluvia ínfima, como hecha de recortes
de otras lluvias más serias, de relámpagos blancos en los vidrios,
como aquella que nos detuvo muy cerca de Abra Pampa
o la otra más agua en Tartagal que no cesaba nunca.
Llueve, y es toda la nostalgia un silencio de sombras;
alguna radio opaca que trasmite el fútbol obsesivo
llega hasta mí, lejana, junto a un rodar de coches alejándose;
y aquí entre estas paredes algo tuyo me falta,
o vos misma, no sé, pero noto una ausencia.
Son las seis de la tarde; llueve casi sin lluvia.
La gata dormita, tibia, sobre diván.
Ya he tomado café y estoy por irme al diario.
El domingo agoniza.
LO MINIMO IMPORTANTE
Por las cosas más simples me llegás a la ausencia:
por los clavos desnudos que quedaron sin vos en la cocina,
por un vacío de zapatos tuyos debajo de la cama,
por el sol que te extraña en las mañanas
–el sol enamorado del jacarandá de Tamborini y Conde–.
Ahora me llegás por los estantes,
por tu manera de destapar la olla,
de extender el mantel,
de tomar vino hasta alcanzarme.
En estas cosas simples se amontona
todo el aire de ayer que consumí a tu lado.
Los sucesos mayores son capítulo aparte.
Estás en lo más pequeño de lo mínimo,
fijate qué importante.
De lo trascendente tal vez hable otra tarde.
La que sabe de tu sombra vagando por la casa
es Cuf-Cuf, que a veces maúlla buscándote por los rincones.
Por las cosas más simples me llegás a la ausencia:
por los clavos desnudos que quedaron sin vos en la cocina,
por un vacío de zapatos tuyos debajo de la cama,
por el sol que te extraña en las mañanas
–el sol enamorado del jacarandá de Tamborini y Conde–.
Ahora me llegás por los estantes,
por tu manera de destapar la olla,
de extender el mantel,
de tomar vino hasta alcanzarme.
En estas cosas simples se amontona
todo el aire de ayer que consumí a tu lado.
Los sucesos mayores son capítulo aparte.
Estás en lo más pequeño de lo mínimo,
fijate qué importante.
De lo trascendente tal vez hable otra tarde.
La que sabe de tu sombra vagando por la casa
es Cuf-Cuf, que a veces maúlla buscándote por los rincones.
SITIOS
¿Andando qué caminos nos cruzamos
con aquellos carteles que decían:
“Ai durazno”, “Se bende ajises”,
escritos con grandes mayúsculas ingenuas
de enes siempre al revés e invariables comillas?
¿Fue de Huaco hacia Jáchal
o en Calingasta, entre los álamos
que sonaban a caracol marino envueltos por el Zonda?
¿O tal vez más al sur, cruzando La Pampa,
su cielo desprendido sobre la soberbia serenidad del verde,
rumbo al mar, la arena y su pereza?
¿Fue en Colonia Caroya,
donde Córdoba descansa su serranía en la planicie?
¿Bajo el sol reverberando
sobre los alfileres blancos del salitre,
donde los pájaros permanecían inmóviles
a la sombra mezquina de arbustos agresivos
que herían las retinas como púas,
o en una ruta interminable por las soledades de Santiago?
¿Cuándo nos asaltaron con su original caligrafía?
¿En Albardón quizá, luz y viñedos,
o en la humedad del monte de Misiones
donde el sapucay es más importante que la muerte?
¿En Ceres, Pocitos, Machagai, Guandacol, Winifreda?
¿Dónde ofrecían su paz esos carteles?
Pudo haber sido en cualquier parte,
en uno de los tantos caminos que anduvimos
llenándonos los ojos de otras gentes,
de patria los zapatos.
Pero han quedado en mí esos anuncios
como una amplia sonrisa en mi vida,
algo muy semejante a la felicidad de aquellos días.
¿Andando qué caminos nos cruzamos
con aquellos carteles que decían:
“Ai durazno”, “Se bende ajises”,
escritos con grandes mayúsculas ingenuas
de enes siempre al revés e invariables comillas?
¿Fue de Huaco hacia Jáchal
o en Calingasta, entre los álamos
que sonaban a caracol marino envueltos por el Zonda?
¿O tal vez más al sur, cruzando La Pampa,
su cielo desprendido sobre la soberbia serenidad del verde,
rumbo al mar, la arena y su pereza?
¿Fue en Colonia Caroya,
donde Córdoba descansa su serranía en la planicie?
¿Bajo el sol reverberando
sobre los alfileres blancos del salitre,
donde los pájaros permanecían inmóviles
a la sombra mezquina de arbustos agresivos
que herían las retinas como púas,
o en una ruta interminable por las soledades de Santiago?
¿Cuándo nos asaltaron con su original caligrafía?
¿En Albardón quizá, luz y viñedos,
o en la humedad del monte de Misiones
donde el sapucay es más importante que la muerte?
¿En Ceres, Pocitos, Machagai, Guandacol, Winifreda?
¿Dónde ofrecían su paz esos carteles?
Pudo haber sido en cualquier parte,
en uno de los tantos caminos que anduvimos
llenándonos los ojos de otras gentes,
de patria los zapatos.
Pero han quedado en mí esos anuncios
como una amplia sonrisa en mi vida,
algo muy semejante a la felicidad de aquellos días.
LLUVIA DOS
Es por segunda vez que llueve en mi tristeza;
resbala por lo mío –que excepto lo de ayer
ya no te pertenece– y cae en el hueco que descubro
cuando a veces, como hoy,
no tengo a quien contarle que un sábado
extrañé el pan de Jáuregui,
los almuerzos sin prisa en “Ruta 5”,
o que pensé en Matus, ya casi madrugada,
cuando una voz de tango me acercó Viejo ciego
y yo estaba de vuelta de algún vino.
Ahora que llueve sostenido a tanta ausencia
y ya no nos tenemos,
tengo conciencia del tiempo que pasamos,
que pudo haber sido de incertidumbre y duda,
una demencia lúcida o cualquier otra cosa,
pero nunca de hastío.
Ya casi apunta el día;
termino este poema, guardo la pipa
y silencio mi lámpara.
Cuando cese la lluvia,
también este momento habrá pasado.
Es por segunda vez que llueve en mi tristeza;
resbala por lo mío –que excepto lo de ayer
ya no te pertenece– y cae en el hueco que descubro
cuando a veces, como hoy,
no tengo a quien contarle que un sábado
extrañé el pan de Jáuregui,
los almuerzos sin prisa en “Ruta 5”,
o que pensé en Matus, ya casi madrugada,
cuando una voz de tango me acercó Viejo ciego
y yo estaba de vuelta de algún vino.
Ahora que llueve sostenido a tanta ausencia
y ya no nos tenemos,
tengo conciencia del tiempo que pasamos,
que pudo haber sido de incertidumbre y duda,
una demencia lúcida o cualquier otra cosa,
pero nunca de hastío.
Ya casi apunta el día;
termino este poema, guardo la pipa
y silencio mi lámpara.
Cuando cese la lluvia,
también este momento habrá pasado.
FIEL A UNO MISMO
El matrimonio nada tiene que ver con el amor;
por más que se intente unir estos antónimos
no dará resultado: siempre habrá algún resquicio
por donde filtrará la luz
que llenará con los ruidos de afuera
ese pedazo de uno –el corazón tal vez
o algún otro rincón más ignorado e íntimo–
tan proclive a ser fiel sólo al amor,
es decir, a no traicionar nunca su verdad.
El matrimonio nada tiene que ver con el amor;
por más que se intente unir estos antónimos
no dará resultado: siempre habrá algún resquicio
por donde filtrará la luz
que llenará con los ruidos de afuera
ese pedazo de uno –el corazón tal vez
o algún otro rincón más ignorado e íntimo–
tan proclive a ser fiel sólo al amor,
es decir, a no traicionar nunca su verdad.
PRUEBAS
Si caminando por Agrelo
soy capaz de meterme en sus tardes
dejándome despedazar por los otoños,
los apagados marzos de otros días
y no te llamo.
Si resisto una noche por Honduras
con tanto antes repleto de nostalgia,
pensando en cosas que hoy no están
y mi brazo no extraña reposar en tu hombro.
Si un septiembre por Pinto
veo nacer el verde sólo para mis ojos
y me despierta la música del tordo
que se pasea por la vecindad cada mañana
y no siento tu ausencia,
todo estará muy claro:
diré cuánto te he amado,
me asombraré de que ya no,
y naceré a la felicidad de los recuerdos buenos.
Si caminando por Agrelo
soy capaz de meterme en sus tardes
dejándome despedazar por los otoños,
los apagados marzos de otros días
y no te llamo.
Si resisto una noche por Honduras
con tanto antes repleto de nostalgia,
pensando en cosas que hoy no están
y mi brazo no extraña reposar en tu hombro.
Si un septiembre por Pinto
veo nacer el verde sólo para mis ojos
y me despierta la música del tordo
que se pasea por la vecindad cada mañana
y no siento tu ausencia,
todo estará muy claro:
diré cuánto te he amado,
me asombraré de que ya no,
y naceré a la felicidad de los recuerdos buenos.
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