VI
Dura es la tierra y, obstinadamente,
dura la piel del tiempo que pisamos...
Rafael Alberti
Un hombre, al que jamás he visto antes,
me pidió unas monedas.
Lo invité a la mesa
donde estaba tejiéndote palabras,
extrañándote.
Sentado frente a mí pidió de beber cualquier cosa barata.
Venía de muy lejos,
donde el sol le negaba un poco de su luz,
en busca de trabajo.
Me contó pocas cosas,
pero siempre se dice aquello que más duele
...y ya con eso basta.
Después se perdió por las calles
envuelto en su silencio de lágrimas.
Era sólo un hombre que está solo
perdido entre la muchedumbre.
Hoy me sentí un poco más cerca de ti,
un poco más en mí,
un poco más en todos.
Hoy me he sentido más un poco cualquier hombre.
X
No sé cómo la duda pudo rozar mi frente.
¿Pero de quién dudé?
¿De ti que estabas lejos?
¿De mí que estaba solo?
No sé; hubo un momento de abandono, de sombra,
que me envolvió en sus brazos,
y una noche sin sueño detenía la aurora
mientras me iba a su oscura comarca.
¡Qué noche inmensa horadándome el alma!
¡Qué dolor lacerante taladrando el vacío!
¡Hasta cuándo! –me dije.
Me grité –¡Hasta cuándo!
Una áspera neblina envolvió todo
y parecía no finalizar nunca.
Te nombré con mi sangre.
Te llamé con mis nervios.
(La mañana llegaba golpeando claridades.)
Arriba estaba el sol.
XI
Amor mío de nombre pequeño que tienes las edad de mi alegría.
Amor mío de pupilas abiertas al espacio y sus constelaciones.
Amor mío que viajas en el viento dejando en el aire una canción no registrada
en pentagramas.
Amor mío tendido a la noche estelífera, a su silencio impenetrable.
Amor mío en ascensión constante, de aurora sobre los campos verdes
y de mañanas sin repeticiones.
Amor mío que hueles a fruta madura de verano y suavidad de brisa.
Amor mío de formas limitadas por curvas donde mis manos colman su vacío.
Amor mío que dejas a tu paso la afirmación de una esperanza.
Amor mío, luz y contento como el volar de pájaros.
Amor mío que como el sol te derramas en fuerza y que te ofreces como
la lluvia bienhechora.
Amor mío, forma plena y lograda donde me vierto y me derramo.
XVII
He sabido por qué a veces nuestro amor nos duele:
de hombres está hecho este amor, y es por eso.
Hay un hueco en el tiempo hondo como un naufragio,
un vacío sin límites
que se llena sin que se colme nunca,
donde se depositan las memorias sombrías
de las iniquidades, las frustraciones,
las mentiras y todas las infamias
armadas contra el hombre.
Luego esto se convierte en vergonzosa crónica.
¿Habrá un mañana de abierta primavera hacia la vida?
¿Habremos sido justos,
o también estaremos convertidos en infamante historia?
XXIII
La luz perdió sus gestos en esta mañana de ceniza.
Alcanzo a ver un diminuto
rectángulo de cielo plomizo entre los edificios;
la lluvia juega manos de agua
tras los grandes cristales.
La soledad me inunda; las horas se demoran.
En tu no estar te nombro;
entonces me doy cuenta que estoy triste.
El viento, en la ventana, acerca tu recuerdo.
Martes.
Hoy no vendrás.
Un día impersonal en que me hastío.
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