23.4.07

JUNIO DE LLUVIAS (1976)

















*
Yo que he vuelto no sé ya 
cuántas veces
de beberme la vida en otros horizontes,
de viajar el recuerdo, su intimo silencio,
o saber por mis ojos cómo miraba entonces,
de morder las ausencias más allá de los labios
en los ácidos duros de los encuentros últimos,
vuelvo a poner las manos en el fuego.
Es decir: a ponerlas sobre la fugacidad de la hermosura
para perdurar en la eternidad de la belleza.
Ya lo hice otra vez. Hoy será una vez más.
Y no será la última.


*
En “La Posta” de Cabildo y Mendoza,
una tarde de junio me encontré con tus ojos
que me buscaban desde la penumbra;
no puedo precisar qué música llegaba
a llenar de amor la mesa donde estábamos,
pero sé que te amaba cuando no lo dije
y la poesía –como siempre– me robaba a escondidas la ginebra.
La lluvia, afuera,
insistente como lo que nos nacía desde adentro,
que no entendimos bien entonces
pero fue de pronto y es esto que está ahora.
Luego el tímido beso,
casi como una disculpa del amor, por su tardanza,
y la alegría de saberte espontánea.
Después por Del Tejar pisándole el rojo a los semáforos
volvimos a darnos cuenta de la vida.
Y en eso estamos.


*

Catástrofe de sol, mía, morena,
encuentro dentro del desencuentro;
duda de si es verdad, un preguntarse
si existe este lugar, este nosotros,
el asombro de sabernos ciertos;
hoy apenas, esta hora, este momento,
casi si este instante;
pero felices de ello, sin preguntas,
debiéndonos amor de mucho rato
que ahora nos pagamos.


*

De tarde sobre todo, cuando la hora
es más silencio, en las calles no hay nadie
y se siente al olvido adherirse a las viejas paredes,
se comprende la soledad de algunos,
la espera de los solos y cómo les pesará la noche.

Pero ahora a nosotros no nos toca,
(alguna que otra vez nos sucedió);
porque vos en lo más niebla del otoño,
bajo la lluvia, con cabellos mojados,
te venís de alegría hasta los párpados,
y lo que para todos es apenas mal tiempo,
frío de golpe con viento en las esquinas,
para mí es otra cosa: labios que te nombran,
seno mordido como señal última,
la desnudez perfecta de tu morenidad extendida
como el único fuego posible, y los besos
cayendo en todas partes sobre las cenizas de la tarde.

Eso sos vos y lo demás que me hace falta,
cuando llegás vestida de risas y llovizna,
bajo el paraguas, como una flor abierta.


*

¿Cómo era el cielo de hoy, en Coghlan,
cuando lo vimos desde el puente
llegar de rojo y horizonte?

¿Cómo eran las hojas de los plátanos
que el viento arremolinaba en los cordones,
cuando cruzamos Nahuel Huapi por la barrera,
descubrimos los primeros azules de la noche
y te apretaste junto a mí?

¿Cómo fuimos en ese instante
cuando ya nada más nos cabía en los latidos
porque todo estaba repleto de nosotros?

Pregunto cómo fue, cómo era,
porque yo estaba en vos y nada pude ver entonces.


*

Si come pan se llena de miguitas;
si azúcar, endulza su boca
que después hace al beso
un almíbar extraño de muchacha y juguete;
pero no es precisamente a esto a lo que iba,
decía si muerde el pan (galletitas, lo mismo)
y las migas quedan en sus labios,
son como los puntos luminosos de los ojos cerrados,
que apago con besos pequeñitos,
mientras el café va perdiendo su espuma
o el alcohol se nos agua y afuera pasa gente.
Todo esto en un bar de Triunvirato y Olazábal.



*
Cuando te desnudaste primavera
y me envolvió tu cuerpo con su olor a cerezas,
con ese gusto a lluvia sobre las hojas trémulas,
y fuiste –en un ir y venir del gemido a la noche–
como una extraña música y sus motivaciones,
me sentí apuñalando a la muerte, inmortal.

Después del amor y sus estremecimientos,
cuando vestiste tu eficacia morena,
seguías para mí desnuda-primavera
mientras continuaba silenciando a la muerte.

Así de indestructible me sentía.


*

Casi no es nuestro afuera; desde la ventana
–por la que te asomaste–
un rodar de trenes que cruzan las barreras
nos trae noticias de la gente.
Adentro es la casi sombra que va desparramando
un reflejo de azules sobre la almohada
hasta que logro ver, cuando mis ojos
recorren el borde de tus ojos en penumbra,
una elipse de claridad sobre tus labios, y luego
cayendo por tu cuello, estrías de luz
que se desplazan sin perfiles
buscando la manzana de tu vientre,
amontonando el final de la noche, su último oscuro
que hace más profunda la concavidad de tu ombligo,
que ya no veo, porque mi boca está sobre tu boca,
toda mi sangre en vos,
y vuelo sobre tu cuerpo, libre, hacia la luz.


*

Tu cuerpo tomado por asalto sin orden preciso;
tu boca, abierta a la ansiedad
de mi lengua bebiéndose la tuya.

(El reloj abandonado entre las sábanas,
su esfera luminosa
como una única luz, o un ojo grande.)


*

¿Por qué este banco en este parque
y la tarde de hoy, de sonidos no más altos
que el frotar de las hojas sus metales de otoño?

¿Por qué precisamente este paisaje de verdes moribundos,
bajo un cielo del Greco con tormenta que no llega a quebrar
la quietud?

¿Por qué vos con tu ayer que desconozco,
con tu hace apenas mayo aún más desconocido,
sin preguntar quién soy,
sin preguntarme de dónde vengo a estallarte los días
para crecerte con mi fuego?

¿Por qué nosotros hoy, en este día, solos, igual que un nacimiento,
devorados por la luz que nos envuelve,
avivando la llama de los cuerpos,
para morder lo más desconocido de la vida
y hacernos el amor con primitiva magia?

¿Por qué vos, tan extraña a mi pasado,
encontrada sin querer bajo la lluvia,
llenándome los huecos de sonrisas?

Pase lo que pasare serás en mí esa imagen tuya que poseo:
una tarde de otoñó en junio 12,
tus grandes ojos marrones hasta siempre
y tu paraguas repleto de alegría.


*

La calle Aromo y esa plaza
que a vos te gusta tanto y yo recién descubro
con un asombro fuera de la cuenta,
porque nunca pensé que me faltara conocer
algún rincón del Buenos Aires mío;
me encuentro en ella, de pronto,
pisándole su invierno en este mediodía,
y pienso que no es real, o que tu presencia no lo es:
sino más bien ángel ciudadano junto a mí,
que desaparecerá después de revelarme
otro lugar para nacer a la poesía.

Y el sol –moviéndose en un cielo
que se entreabría después de la tormenta–
acumulando luces en tus pupilas-alegría,
el bebedero donde juntos calmamos la sed,
o la llave que te di para abrir el recuerdo
cuando no esté a tu lado, pero que también sirve
para cerrar de dudas el silencio.

Casi no puedo creer que me entregaras
un lugar más para mi vida; un sitio de ciudad
que me ofreciste naturalmente, como tu amor.



*
Si no te dejo ir, si te retengo
me sentiré como asfixiando a un pájaro.
Sin embargo sé que si te fueras
habría un lugar de amor y compañía
que cómo llenaría otra presencia.

Cruel alternativa:
cada encuentro nos precipita al caos,
pero se busca;
la salvación seguro que nos mata.


*

Yo que vengo quemado de otros fríos
con golpes de nostalgia en las espaldas,
digo que debo apurar este trance.

Es tiempo ya. El momento
de abrir la puerta a otra realidad
con lo que uno tiene de viento y de caricia.

El sol sale para alumbrar la noche
porque la noche permanece.
Puedo equivocarme, ya otras veces pasó,
pero vivir es un largo equivocarse
hasta llegar a la verdad, siempre.



_________