1.7.08

COSAS POR SU NOMBRE (2008)




















CANCIÓN PARA CUALQUIER CAMINO

El camino que viene y el camino que va
es el mismo camino: sólo hay que caminar.

No importa lo que tardes: llegar no es nada más
que al final del camino volver a comenzar.

Conviene que la noche vaya quedando atrás,
con la vida adelante es más fácil marchar.
A todos los que encuentres invítalos a andar:
es más corto el camino si siempre hay uno más.

De distancia a distancia no habrá ningún lugar
donde no te detengas con alguien a charlar;
del hombre de tu tierra a otro hombre contarás
y aprenderás de ese hombre lo que en su tierra hay.

Hasta que llegue el día después de mucho andar
en que será este mundo más fácil de habitar:

cuando todos los hombres encuentren el camino
y ya no necesiten ni perder ni ganar.

El camino que viene y el camino que va
es el mismo camino: sólo hay que caminar.



DE UN LIBRO DE LECTURA ESCOLAR

Seríamos los más, los siempre invictos,
París de América portadora de luz intelectual,
y la tierra derramaría
el alimento inagotable que nutriría al universo.
Los llamados a ser rivales del poderoso Norte
–no devenido imperio todavía–,
confrontando en músculo, creatividad, poder,
de igual a igual, y tal vez algunos pasos adelante...
No invento nada:
estaba escrito en mi libro de lectura,
el Manual del Alumno con gráficos y cifras así lo atestiguaba.

Los años devoraron almanaques,
fatigaron sueños,
las esperanzas diluyeron su verde (si en verdad fuera éste su color);
si hubo París de América se pagó con el precio
de no haber sido nunca la Argentina de América,
y si una vez saciamos hambrunas europeas
hoy no logramos mitigar el hambre de los nuestros.

¿Mintieron los libros escolares?
¿Los escribieron alucinados delirantes?
¿Hablaban de realidad palpable o rebosaban de exacerbada fantasía?
A más de medio siglo de aquellas lecturas escolares,
hojeo un cuaderno que aún conservo,
donde entre promesas incumplidas
quedó enterrada una nueva y gloriosa nación.


LOS COMEDIDOS

Siempre hay alguien adentro,
cómplice de los de afuera,
que les abre las puertas a los enviados imperiales;
así entran como Pancho por su casa
para rapiñar lo que no les pertenece,
y a robarles la vida
a los que todavía no han nacido.


LECCIONES DE LA HISTORIA

A la historia la hace el hombre
y la hace bien si evita saltos y no se permite interrupciones
cuando a pie firme avanza hacia el futuro
–que es el presente preñado de mañana–.
Debe estar preparado para los escollos del camino,
ser precavido, cuidadoso,
porque donde la duda proyecte una sombra,
los exterminadores de esperanza
cavarán la madriguera para depositar sus larvas.

Ay del hombre cuando le abre un atajo
y en su ansiedad intenta acelerarla,
sólo logrará su retardo:
no son posibles los dos pasos adelante
si se ha equivocado el paso atrás.

No son ya los fascistas las moscas verdes con camisas negras,
ni la horda nazi de germánica bota
pisoteando la dignidad con wagneriana marcha,
ni los entregadores del judío pobre del gueto al gas del exterminio,
ni los oscurantistas vaticanos
bendiciendo las armas vueltas hacia el pueblo:
Pío XII y su corte de ventrudas harpías.
(Ya fueron devorados por el fuego del Tiempo.)
Pongamos atención: han cambiado de treta.
Los métodos son otros, más limpiamente sucios y rapaces,
(el buitre sobre los cadáveres
–ilustración del fascismo europeo enterrado con su siglo–
es un símbolo caduco en amarillentas litografías.)

Cambió de territorio,
de táctica,
de idioma,
de bandera:
aniquila desde el Banco Mundial disparando con la deuda externa,
desde el FMI reparte miseria al Tercer Mundo,
desde los monopolios derriba los cimientos de las industrias nacionales
con dúmping y proteccionismo made in USA.
Mientras las multis se fusionan o pelean entre sí por extrema avaricia
cierran filas en igual perfidia a los oponentes de sus mezquinos intereses,
y prosiguen consolidando su rapiña
con la aquiescencia de espurios gobernantes –sus virreyes locales–
que en las islas-paraíso acumulan riquezas por los favores recibidos.

No se acabó el fascismo: mudó de piel, tecnificado.
Continúa empollando su vergüenza en la miseria de los pueblos.



RIESGO PAÍS

Sube el riesgo país: no hay inversores.
Baja el riesgo país: aplauden los mercados.
¿De qué riesgo país están hablando
señores mercaderes de la Patria?

Sube el riesgo país: guarda el ladrón su dólar.
Baja el riesgo país: la inversión en sangre es más barata.
¿De que riesgo país están hablando,
banqueros, lobbistas, intermediarios con hedor a rata?

Nuestro riesgo país es sólo uno:
es el país en riesgo al que lo exponen
los repartidores de miseria,
los globalizadores apátridas.

Es el país en riesgo, herido y lacerante, lo que cuenta:
la infravida marginal,
sus espolones de desesperación
martirizando a tantos
que de esperar en vano se comieron la espera;
aquellos que no saben qué pasará mañana,
porque su angustia de hoy
les nació ayer de un igual sufrimiento;
el enjambre de la miseria niña
revoloteando su hambre sobre los desperdicios;
el pobre robándole a otro pobre
cuando la dignidad extravió su argumento;
el que creyó en promesas incumplidas,
en las urnas depositó sus ilusiones
y la traición decapitó sus ganas.

Es el país en riesgo lo que debe preocuparnos
y no el riesgo país,
invento de unos pocos,
ganancia de los menos,
pérdida de los más,
arcas repletas de las multinacionales,
bolsillos dados vuelta de todos,
esperanzas frustradas.

Tarde o temprano,
si sucede que la peste avanza,
nuestro lugar habrá dejado de pertenecernos;
es más: ya no estará ocupado por nosotros.



UNA DE CAL Y UNA DE ARENA

Por si éste no lo sabe, por si aquél lo olvidó,
por si hay que refrescarles la memoria
a los que ayer dejaban en los muros
escrito con fervor de juventud
un rotundo: ¡Cuba sí!,
un feroz: ¡Yanquis no!y ahora van por la banquina de la vida
con molicie, menos ímpetu
y un laisser faire que al cabo de los años los ganó.

Tres décadas batieron vientos encontrados por el mundo;
en ese ir y venir retrocedimos
enmarañados entre teorías sin praxis
y alguna praxis sin fervor;
así vimos languidecer los ideales
de lo que no pudimos o no supimos defender.

Cabe a todos la culpa y la asumo
con una diferencia: las ganas de seguir.
Y desde aquí, sin temor al ridículo pregunto
tan sólo por saber dónde están parados,
si los doy por perdidos o los sigo esperando.

¿Quién les apagó el fuego que alentaban?
(No se ha visto que lo hayan consumido.)
¿Qué hicieron de la vida en constante aleteo
siempre en nuevos intentos?

¿Y las guitarras? Digo de las guitarras
que nos hermanaban en sentimientos.
¿Quién silenció esa música, ese río?
¿En qué rincón se ahogó la voz de esas canciones,
desplumaron las alas de su pájaro,
le herrumbraron el vuelo?

Sé bien que novísimos tiempos de otros oscurantismos
armaron la estrategia para frenar el alba
(como si lo pudieran)
mientras nosotros, entre idas y venidas, marchas y contramarchas,
discutíamos hasta agotar cualquier paciencia,
sin ver que la reacción ponía al día sus cuentas.
Fuimos los ingenuos permisivos,
dejamos que alzaran sus represas,
detuvieran las fuertes correntadas de la juventud que crecía.

Son culpables también los que hicieron mutis por el foro
cuando la función aún no había terminado
y se retiraron en silencio,
también aquellos a los que la comodidad amordazó sus bocas
y enterraron ideales y futuro en un álbum del pasado
cuando la “sagrada familia” los acogió en su seno.

Solos, pocos, desperdigados,
nos cuesta reagruparnos a los menos que somos.
Mas algunos quedamos, tercos, empecinados,
flameando banderas posibles
con el fuego último que arde en nuestras raíces.
Y por creer en el hombre, proseguimos cantando.


LOS VISITANTES INDESEADOS

Quédense donde están,
señores de la infamia,
aplicados alumnos de Wall Street y sus corporaciones,
ejecutivos de las penas,
asesinos seriales del futuro,
que en toda la historia de nuestra América,
del río Bravo al sur nunca fueron llamados,
quiero decir: los pueblos jamás necesitaron
de su yugo travestido de ayuda,
ni de misiones técnicas para espiar nuestra casa
y ver qué han de llevarse cuando les haga falta.

Y si alguien los llamó fueron sus propios siervos
que vieron peligrar su lujo y sus prebendas;
los que corren a las guaridas del Imperio
a entregar presurosos el hambre de sus gentes
a cambio de una foto con algún Bush de turno;
los que solícitos cambiaron patrimonio
por peces de colores; la absurda fantasía: el uno a uno,
y la pretensión necia: que esto era Primer Mundo.
Los que no dudan en arriar la bandera
y hacer flamear a tope el dólar y su águila
para engordar su asco con aplausos de Washington.
Los que golpean las puertas de la Gran Satrapía,
idiotas útiles de los mandados imperiales.
Es necesario que aclaremos y evitar confusiones:
jamás el pueblo les dio las llaves de la Patria.

Señores globalizadores del odio y la miseria:
quédense con la copa siempre vuelta a llenar,
repantigados en las mullidas poltronas del ocio,
viendo cómo discurren el Potomac o el Hudson
desde la alta ventana que limpia un negro pobre;
no hace falta que vengan a babear nuestro vaso
donde aún compartimos el vino que nos queda,
ni a aniquilar el sueño de nación aún posible,
ni a decirnos qué hacer, pues muy bien lo sabemos.

Tenemos que limpiar donde pasaron
para evitar el mal olor si allí pisamos.
Debemos empezar a vivir con lo poco
que mucho será cuando sea nuestro.

Y terminar con los cipayos con alegría,
como quien mata alimañas a garrotazos.


"CAJITA FELIZ"


Si maltrata su estómago con comida chatarra

puede deberse a una causa congénita:
usted sufre de atrofia gustativa,
pues le da lo mismo un bife de chorizo
que masticar madera balsa o telgopor.
Puede ocurrir también que el apuro
lo zampe por costumbre al antro comedero
mareado por los brillantes cartelitos
y ese payaso insulso que cautivó a sus hijos;
de ser así la cosa ya es más grave:
debe usted replantearse quién es y dónde vive
pues la propaganda le bloqueó el instinto nacional.

Le digo esto porque lo veo entrar a diario
arrastrando a sus chicos, felices e inconscientes
de inmolarse al Moloch de las multis;
en tanto usted sonríe made in USA,
apático, neutro, como sin ganas,
ingenuamente norteamericanizado,
rehén de Mastercad y Visa,
definitivamente cadáver para este país y su bandera.

Mientras revienta sus arterias
con grasa de hamburguesas,
hincha su estómago con gases Coca-Cola,
se harta de carbohidratos de blandas papas fritas,
un ejército de adolescentes para todo servicio
corre de un lado a otro full-time por un mísero sueldo,
y además es descartable,
como la “Cajita Feliz” que acaba de comprar
más un insulso muñequito de plástico.

No olvide, al retirarse, sonreírle al payaso multicolor.
(De esta manera usted ya es –a título gratuito–
un ingenuo colaborador.)

MacDonald’s agradece su visita
y lo espera nuevamente
para seguir profundizando la yanquización.


DESALEGRÍA POR LA MUERTE DE UN INFAME


Como el agudo espanto y el dolor se consumen,
ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y maldito seas,
solo y despierto seas entre todos los muertos,
y que la sangre caiga en ti como la lluvia,
y que un agonizante río de ojos cortados
te resbale y recorra mirándote sin término

“El general Franco en los infiernos”
Pablo Neruda


Hoy tengo desalegre la alegría pero constato una certeza:

no hay castigo divino, menos un juez omnipresente;
la justicia que escape de manos de los hombres no tendrá veredicto
y el culpable permanecerá impune.

El más allá no existe, nadie podrá cobrarle;

es en el más acá –el único posible– donde se ajustan cuentas.
Dejó una larga deuda de crímenes que ya no pagará.
No saldó ni uno solo de su reptar siniestro,
quedó a deber la sangre que bebió en años de odio.

No fue nada la muerte del infame,

la muerte nos sucede a todos.
Y el olvido caerá sobre su nombre
porque a veces la historia tiene frágil memoria.

Debió sobrevivir todas las muertes de su maldita estirpe,

de cada uno de su genealogía que después de él fueron engendrados,
sin posibilidad de ahogar su aire con suicidio.
Debió haber vivido por una eternidad de larga noche
de espesas pesadillas de vómitos y gritos.
Pero todo le resultó muy fácil, sin sobresaltos ni arrepentimiento,
de la misma manera que masacró a su pueblo.

Lo velaron como si fuera humano.

Se merecía la charca infecta y pestilente,
o el basural donde se arrojan los desechos quirúrgicos;
pero a los buitres nunca: sólo comen carroña,
apartan la inmundicia genocida, el pus dictatorial.

Cerró sus ojos amarillos de pescado podrido

pero con rostro placentero como un abuelo tierno.

Lo cremarán, para no ofender a los gusanos.


Ahora hay que vigilar al ave fénix,

porque sus pútridas cenizas permanecerán sobre la tierra.


GUERRA GLOBAL

Y a no olvidar que las ideas
también son armas.

Subcomandante Marcos


Sobrada razon tiene ustes Subcomandante
en que la globalización es la cuarta guerra mundial.
La más cruel y cobarde de todas las habidas
porque dispara sobre los indefensos
con las balas calientes del hambre inmitigable,
con las balas ágrafas de la ignorancia como destino,
con las balas frías de la desesperación terminal.

–¿Y es tan perverso este enemigo
que se enrosca en las sombras del mundo financiero
a empollar su maldad en las madrigueras de los monopolios,
a criar su nefasta descendencia en las guaridas multinacionales?

–Es enorme su fuerza, su dictado es omnímodo;
todo lo puede, lo digita, le pertenece
sin haber derramado jamás una mísera lágrima.

Allí donde alguien grite le pondrá su mordaza.
Al que pretenda decir No le silenciará la palabra.
Los que desconozcan sus designios serán arrasados.
Para el que se rebele tendrá lista su mortaja.
A aquellos que osen decir patria los asfixiará entre sus garras.

–¿Cómo puede este antediluviano de la era cibernética
hacer y deshacer el mundo como si se tratara de su casa?


–Porque ha perfeccionado los mecanismos del títere,
manipula a la perfección los hilos,
y es sumamente experto en poner y sacar.
Entrona presidentes a su antojo
–desde el Salón Oval hasta el sillón de Rivadavia–
y los arrodilla cuando le vienen ganas.

Los gobiernos de las autoproclamadas “democracias”
hacen prolijamente los deberes que los imperiales les reclaman.
No sólo el Tercer Mundo perdió a sus gobernantes,
también en Washington el Capitolio es una cáscara:
en Wall Street está la verdadera Casa Blanca.

Y hay más: los que sacan partido de la situación
y aplauden a rabiar cuando el jefe de la claque lo manda,
los neoliberales autoungidos como salvadores de la patria,
los artistas enrolados en el escapismo de estériles vanguardias,
los poetas oscuramente subjetivos amontonadores de palabras,
y una legión de intelectuales acríticos, a la espera ¿de qué?
para después analizar “fríamente”, incapaces de cambiar nada.

–¿Es el fin de la Historia esta historia?
–No. Terminará cuando los hombres pongan en práctica el viejo axioma: 
“En la unidad está la fuerza”,vea con claridad quién es el enemigo
y depongan la lucha fratricida.

–¿Este momento marginal al sentido del hombre,
su realidad, su meta,
colapsará con brusquedad de un día para otro?
–No. Porque nada concluye sin agotar su ciclo:
los volcanes silencian su estrépito,
enfrían la furia de la lava luego de la erupción.
Los ríos aquietan sus aguas cuando el mar los devora.
Unos y otros pelean antes de sucumbir.

Y es aquí donde entramos nosotros
para ahogar las pestilencias del azufre,
para reunirnos e imitar al océano.
“Debemos encontrar el talento necesario
para cambiar el mundo,
transformarlo,
y crear un mundo nuevo”,
lo dijo el Subcomandante Marcos,
combatiente insobornable de la guerra global.


INTRANSIGENCIA

No transijo:
permanezco en lo mío
–que es un fragmento del nosotros–
con los algunos que quedamos,
con igual convicción y el mismo ímpetu;
puedo cambiar de táctica,
tirar a la basura panfletos de queridos amores,
inservibles esquemas,
poner a punto las viejas consignas,
reordenar las tácticas,
pero jamás cambiar de camiseta.

De pie en medio de la Historia
–renovado volcán de vendavales y tormentas–,
azotado por ráfagas de mezquindad y odio,
libre de la mentira de un dios y otras falacias,
sin confundir ideología con doctrina,
sin doblegar la dignidad bien enseñada
y mejor aprendida,
y antes que nada:
vestido con la desnudez de América
antes que desnudo con el ropaje del Imperio.

Aun con terrones en la boca, frío y solo,
pero entero,
fiel a mis principios.


A LOS POETAS PUROS

No sirven los versitos a la luna
cuando están estaqueando a la Patria.

No es lícito cantarle al propio ombligo
mientras buitres foráneos y caranchos autóctonos
a picotazo y garra celebran su festín.

En tanto el poeta puro, mirando hacia otro lado,
cree que esto no le incumbe,
porque él debe seguir
buscando la palabra inconsútil,
etérea,
prístinamente alada
de “verdad metafísica”, que lo hará trascender.

¿Es acaso ignorante de la diaria injusticia,
del que muerde la nada como si fuera un pan?
¿Desconoce que hay pocos que viven de los muchos,
que su opulencia y boato es dolor de los más?

Nuestro poeta puro lo sabe –no le importa–
pues arrastra sus huesos entre tantos demás;
adjudica al destino lo que le pasa a otros,
y cubre sus miserias de individualidad.

¿Por qué no pone fuego en su poesía
y que las muchedumbres la vengan a templar?
¿Por qué no dice claro, con precisas palabras,
y al abismo de sombras tira su oscuridad?

Porque el poeta puro se siente “el elegido”,
el tocado por Dios,
el que debe salvar la esencia de lo bello,
la belleza esencial,
que es una copa helénica plena de eternidad.

Travestirá palabras, que no digan ni alerten,
apenas que sugieran lo intangible,
que esotéricas se abran
sólo a los que posean la llave liminar.
Por eso pontifica muy ufano y orondo
que la Poesía
elige a aquellos a quienes debe llegar.

¡Qué lejos está nuestro metafísico poeta
de la poesía original!
¡Qué insignificante se lo ve a nuestro poeta
entre los poetas de verdad!

El poeta puro es un montón de escombros,
de palabras vacías
sin tiempo ni lugar.
No le faltan alas para emprender el vuelo,
pero como nunca caminó junto a los hombres
jamás podrá volar.


CONTRA EL ÓXIDO

No podrán engañarme con su posmodernismo trasnochado
vacío de todo contenido
ni con la falacia de sus discursos huecos
mal armados con frases sacadas de contexto.
No podrán atraparme en su telaraña reaccionaria;
no caminé la vida mirándome el ombligo
ni la poesía ni el arte me aislaron de los hombres,
más bien en ellos naufragué mis fracasos
y volví a la marea del tiempo
con un viento de esperanza en el velamen.
No podrán embaucarme: aún tengo ideología.

Y si algunos arriaron su bandera y otros se apartaron del camino
porque es de jóvenes revolucionar la vida
y en su adultez optaron por los análisis complacientes de los politólogos de turno,
yo insisto en mi locura: otro hombre y otro mundo son posibles.
Hay que cambiar los métodos,
buscar un nuevo enfoque,
mirar desde otro ángulo,
golpear de otra manera,
pero siempre con la misma herramienta con la que forjamos una ética
para darle un sentido y conducta a la vida.
No podrán sobornarme: creo en mi ideología.

Atrás quedaron los ’60 aguerridos, sus tumultuosos días
de un Cordobazo autóctono y un Vietnam vuelto ejemplo;
ahora debemos reactivar la memoria, estar atentos.
(Al parecer, la Historia es muy proclive a repetir errores
cuando los hombres olvidan a sus víctimas.)
No dejarse confundir por los falsos profetas de la muerte de las utopías,
los mismos que aceitan la letal maquinaria de un sistema bien organizado
–con cantos de sirenas para hechizar incautos–
que intentará, a su tiempo, cubrir de duelo hasta donde alcance;
ojo los confundidos,
los que se creen a salvo,
los cómplices pasivos por mirar al costado
y hasta los que transaron por las sobras de los poderosos.
En cuanto a mí –aun entre contradicciones–
estaré, si es que me da el aliento,
hasta perderlo todo, menos la ideología.


SONETO DURO

Miramos hacia atrás: ya no es lo mismo,
el tiempo consumió lo más lozano,
la inquieta adolescencia, aquel verano
con perfil de muchacha, y el abismo
al que nos asomamos para vernos
en lo profundo, juntos, verdaderos,
cuando templamos lo imperecedero:
el ideal que habría de sostenernos.

Los años nos mellaron los costados,
pero nada pudieron con el filo
que usó la vida para abrirse paso.

Aún estamos, más vivos que olvidados
–aunque penda el mañana de un fino hilo–,
creyendo en el nuevo hombre liberado.