REFERENCIAS ENVIADAS A UN AMIGO
PARA QUE UBIQUE CON EXACTITUD
EL LUGAR DONDE ME HALLO
Estoy en la rive gauche.
Adelante corre el Sena,
a la derecha tengo l´île de la Cité,
a la izquierda el pont des Arts
y veo el Louvre desde aquí.
Atrás bulle el Boul´Mich´,
más allá Saint-Germain.
Y dentro de mí, en pleno centro,
siento el calor que irradia
el sol de la alegría de vivir.
EL LUGAR DONDE ME HALLO
Estoy en la rive gauche.
Adelante corre el Sena,
a la derecha tengo l´île de la Cité,
a la izquierda el pont des Arts
y veo el Louvre desde aquí.
Atrás bulle el Boul´Mich´,
más allá Saint-Germain.
Y dentro de mí, en pleno centro,
siento el calor que irradia
el sol de la alegría de vivir.
DESPERTAR DE UN DIA CUALQUIERA
La mayor alegría es descubrir la carta
que la portera deslizó bajo la puerta,
abrirla con fervor, llenarme con sus voces
como la luz que cada mañana me despierta
para que corra a recoger la carta
que llena el cuarto de amor,
de júbilo, de amigos,
de ganas de tener más ganas todavía.
Con ella en el bolsillo,
nos vamos por los barrios
a dejar que nos viva la vida.
La mayor alegría es descubrir la carta
que la portera deslizó bajo la puerta,
abrirla con fervor, llenarme con sus voces
como la luz que cada mañana me despierta
para que corra a recoger la carta
que llena el cuarto de amor,
de júbilo, de amigos,
de ganas de tener más ganas todavía.
Con ella en el bolsillo,
nos vamos por los barrios
a dejar que nos viva la vida.
PLACE DE FURSTEMBERG
Cuando llegué,
no me produjo asombro verme allí,
esperándome.
Place de Furstemberg:
cuatro árboles, dos bancos, un farol,
para encontrar a aquel adolescente.
Cuando llegué,
no me produjo asombro verme allí,
esperándome.
Place de Furstemberg:
cuatro árboles, dos bancos, un farol,
para encontrar a aquel adolescente.
CARTA A ALBERTO
–En el fondo –dijo Gregorovius–,
París en una enorme metáfora.
(“Rayuela”)Julio Cortazar
–En el fondo –dijo Gregorovius–,
París en una enorme metáfora.
(“Rayuela”)Julio Cortazar
Hoy recordaba, Alberto, aquella tarde
en el café de Florencio Balcarce
cuando el sol se enredaba en los eucaliptos del Lezica
y viajábamos un París de prestado: sus calles desparejas,
sus rumorosos bulevares, su cielo lejos, siempre tan lejano,
mientras nos preguntábamos si el aire que la acariciaba
tendría el encanto que le poníamos nosotros
corriendo en los caballos de la fantasía.
Habías terminado El mito de Sísifo,
yo regresaba de Los caminos de la libertad;
envueltos en la magia de lo desconocido
charlábamos, mientras el sol se diluía en la tarde.
Ahora, sobre aquellos sueños,
digo que son tal como los soñamos.
Como toda ciudad busca la altura
pero mantiene intactos los sitios del recuerdo
para mostrar a los viajeros del alma
los lugares que guardan testimonio de los pasos del hombre.
El Sena atesora reflejos de los ojos de Apollinaire
ebrio de alcoholes y de profundidades;
Rimbaud vive comunero en los corazones adolescentes.
Todo lo nuestro del ayer permanece,
menos nosotros, a los que agitaron nuevos cambios, otras
necesidades,
mas pese a ello supimos guardar en el asombro
el sol espiador entre los árboles del parque,
cuando mis poemas y tus cuentos nos bastaban para tutear
la vida,
y jóvenes de años soñábamos París.
RENDICION DE CUENTAS
Trepé Lepic hasta el corazón del Sacré-Coeur.
Me detuve en la rue du Mont-Cenis.
En Norvins y Saules
recordé cierto otoño por Venezuela y Rioja.
Después bajé nostalgias por las escaleras Becquerel
y me perdí en la butte por la rue Marcadet.
Saldé mi cuenta, solitaria adolescencia mía de ayer.
Trepé Lepic hasta el corazón del Sacré-Coeur.
Me detuve en la rue du Mont-Cenis.
En Norvins y Saules
recordé cierto otoño por Venezuela y Rioja.
Después bajé nostalgias por las escaleras Becquerel
y me perdí en la butte por la rue Marcadet.
Saldé mi cuenta, solitaria adolescencia mía de ayer.
BAGUETTE
a Renée Lin y Michel Maurel
a Renée Lin y Michel Maurel
Larga como la esperanza,
tibia como un nacimiento,
sabrosa como una muchacha,
la baguette es el pan de todos.
¿Quién no la pellizca
o la acaricia a mordiscos pequeños?
¿Qué niño no le busca las puntas
de pezón materno?
Este pan no se envuelve
ni puede ocultarse en la canasta:
se lo lleva bajo el brazo como a un libro,
se lo siente de uno, como la mirada,
porque la baguette es la diaria alegría
que el panadero nace para nosotros.
tibia como un nacimiento,
sabrosa como una muchacha,
la baguette es el pan de todos.
¿Quién no la pellizca
o la acaricia a mordiscos pequeños?
¿Qué niño no le busca las puntas
de pezón materno?
Este pan no se envuelve
ni puede ocultarse en la canasta:
se lo lleva bajo el brazo como a un libro,
se lo siente de uno, como la mirada,
porque la baguette es la diaria alegría
que el panadero nace para nosotros.
BOCETO
Montmarte, banlieu de l'zur...
Andre Payer
Montmarte, banlieu de l'zur...
Andre Payer
Tres de la tarde en la rue Paul Féval.
El sol vibra en el verde de los árboles,
la luz desciende como un agua luminosa
por las escaleras Abbé-Patureau
y abajo –en Caulaincourt–, mientras huye,
refleja en un espejo de mercurio
el cielo terciopelo de Montmartre.
54 RUE LEPIC
Aquí vivió Vincent Van Gogh.
Llueve apretado en la compacta oscuridad;
sin embargo todo es violentamente luz,
con un gran sol amarillo de furia
que ilumina sin piedad la noche.
Aquí vivió Vincent Van Gogh.
Llueve apretado en la compacta oscuridad;
sin embargo todo es violentamente luz,
con un gran sol amarillo de furia
que ilumina sin piedad la noche.
JEU DE PAUME
Coin de table
(Théodore Fantin-Latour)
Los ojos de Rimbaud tienen extraño brillo;
la cabeza reposa con levedad sobre una mano.
La mirada de Verlaine –ebria de presagio–
domina la escena. Lo demás es circunstante.
Coin de table
(Théodore Fantin-Latour)
Los ojos de Rimbaud tienen extraño brillo;
la cabeza reposa con levedad sobre una mano.
La mirada de Verlaine –ebria de presagio–
domina la escena. Lo demás es circunstante.
La cathédrale de Rouen
(Claude Monet)
La luz ya no tiene misterio:
el sol fue sorprendido en sus momentos claves,
espiado, sacudido, violado,
descubierto su truco de luces.
L'Olympia
(Edouard Manet)
El gato negro –regalo de Baudelaire–,
la cinta que ella luce en su cuello,
esas flores que me hubiese gustado enviarle,
la mirada clara de sus oscuros ojos
y su desnudez siglo XIX pour épater le bourgeois
que es la belleza.
La charmeuse de serpents
(Henri Rousseau)
La serpiente fue encantada por la mujer oscura
que está encantada por el paisaje
que a su vez encanta al pintor
al mismo tiempo que él ejerce su encanto en nosotros.
Pero nada es verdad.
Todo es una estupenda magia que fascina.
Le bal du Moulin de la Galette
(Auguste Renoir)
Por sobre toda luz la del cielo es mayor.
Un sol rojo que se vuelve amarillo, gira al blanco
cuando arde el verde del follaje
por el escozor de la hora de la siesta
y estalla agredido por las sombras violáceas.
(Pero una luz más vasta y envolvente
es la que consume por dentro a Renoir.)
Chambre à coucher, à Arles
(Vincent Van Gogh)
Por aquella ventana saltaba al color.
Sobre esta mesa agonizó sus codos.
Cada vez que abría esa puerta
algo nuevo le sucedía a la pintura.
(Auguste Renoir)
Por sobre toda luz la del cielo es mayor.
Un sol rojo que se vuelve amarillo, gira al blanco
cuando arde el verde del follaje
por el escozor de la hora de la siesta
y estalla agredido por las sombras violáceas.
(Pero una luz más vasta y envolvente
es la que consume por dentro a Renoir.)
Chambre à coucher, à Arles
(Vincent Van Gogh)
Por aquella ventana saltaba al color.
Sobre esta mesa agonizó sus codos.
Cada vez que abría esa puerta
algo nuevo le sucedía a la pintura.
Le déjeuner sur l'erbe
(Edouard Manet)
Un cuerpo desnudo de mujer
es perfecto como la armonía del paisaje
e igual a su belleza.
El arte lo plantea.
El genio del artista lo demuestra.
(Edouard Manet)
Un cuerpo desnudo de mujer
es perfecto como la armonía del paisaje
e igual a su belleza.
El arte lo plantea.
El genio del artista lo demuestra.
CARTAS
Siempre amé las cartas
como los chicos sus zapatos nuevos;
pero ahora he llegado a amarlas más:
como un pobre sus zapatos viejos.
Vienen en vuelo con su palabra clara,
leerlas es oír, y ésa es su magia.
Si mi padre me escribe oigo su voz
de timbre claro, de decir pausado.
Si me escribe un amigo lo estoy viendo
sentado en tal lugar,
sonriendo de una cierta manera
cuando firma esa carta.
Si me escribe la que amo es más difícil
tratar de adivinarla:
puede que esté sentada en nuestra plaza,
o en el bar de nosotros,
o pensando qué hago,
si acaso no estaré pensándola;
podría suceder que me escriba desnuda
para que me resulte más fácil poder imaginarla.
Digo. Nunca se sabe.
¡Uno hace cada cosa cuando ama!
Ellos esperan mis cartas de París
porque París es ciudad y es encuentro,
escribirles significa estar juntos,
que no existen distancias.
Pero así y todo los extraño.
No están conmigo pero están en mí,
cosa que se parece mucho a la nostalgia.
Los quiero. Escriban. Manden cartas...
Siempre amé las cartas
como los chicos sus zapatos nuevos;
pero ahora he llegado a amarlas más:
como un pobre sus zapatos viejos.
Vienen en vuelo con su palabra clara,
leerlas es oír, y ésa es su magia.
Si mi padre me escribe oigo su voz
de timbre claro, de decir pausado.
Si me escribe un amigo lo estoy viendo
sentado en tal lugar,
sonriendo de una cierta manera
cuando firma esa carta.
Si me escribe la que amo es más difícil
tratar de adivinarla:
puede que esté sentada en nuestra plaza,
o en el bar de nosotros,
o pensando qué hago,
si acaso no estaré pensándola;
podría suceder que me escriba desnuda
para que me resulte más fácil poder imaginarla.
Digo. Nunca se sabe.
¡Uno hace cada cosa cuando ama!
Ellos esperan mis cartas de París
porque París es ciudad y es encuentro,
escribirles significa estar juntos,
que no existen distancias.
Pero así y todo los extraño.
No están conmigo pero están en mí,
cosa que se parece mucho a la nostalgia.
Los quiero. Escriban. Manden cartas...
HACERSE LA RATA O SE FAIRE L`ECOLE BUISSONIERE
Vagué durante toda la mañana
por la ciudad que había despertado
con una luz pálidamente fría
y pájaros de otoño musicando los árboles.
Cómplice de sus ganas de ser un simple día
nos dejamos vivir a grandes risotadas de sol.
Me tuve sólo para mí
mientras el mundo desgastaba engranajes
y todos estaban más tediosos que atentos
al repaso de alienación que yo no aprendería.
Fue como haberme hecho la rata:
hasta me dieron ganas de fumar a escondidas.
Vagué durante toda la mañana
por la ciudad que había despertado
con una luz pálidamente fría
y pájaros de otoño musicando los árboles.
Cómplice de sus ganas de ser un simple día
nos dejamos vivir a grandes risotadas de sol.
Me tuve sólo para mí
mientras el mundo desgastaba engranajes
y todos estaban más tediosos que atentos
al repaso de alienación que yo no aprendería.
Fue como haberme hecho la rata:
hasta me dieron ganas de fumar a escondidas.
LEDRU-ROLLIN
Esta avenida umbría
se empecina de gris de tarde en tarde
como si allí alquilara una bohardilla
un vendedor de otoños.
Cuántas veces pasé bajo tu puente
de regreso de algún vagabundeo.
Ledru-Rollin –hermana de avenida Patricios–
sos un fragmento de Barracas en argot.
Esta avenida umbría
se empecina de gris de tarde en tarde
como si allí alquilara una bohardilla
un vendedor de otoños.
Cuántas veces pasé bajo tu puente
de regreso de algún vagabundeo.
Ledru-Rollin –hermana de avenida Patricios–
sos un fragmento de Barracas en argot.
APUNTE
Place Emile Goudeau.
En esta esquina termina la rue Berthe.
Esta pequeña calle es Ravignan:
aquí estuvo el Bateau-Lavoir,
donde unos locos geniales
enseñaron a mirar desde adentro del ojo,
sacudieron la estética
como a una camiseta llena de pelos,
crearon el arte moderno.
Place Emile Goudeau.
En esta esquina termina la rue Berthe.
Esta pequeña calle es Ravignan:
aquí estuvo el Bateau-Lavoir,
donde unos locos geniales
enseñaron a mirar desde adentro del ojo,
sacudieron la estética
como a una camiseta llena de pelos,
crearon el arte moderno.
VENTANA AL OTOÑO
a L. N. C.
Llueve en París en esta tarde
sólo para que yo te extrañe.
Necesito escuchar mi nombre dicho por tu voz.
Decir te amo, mirándote nocturna.
Te quiero aquí, frente a mis ojos.
(Vamos tristeza,
bájese del vino, que puede derramar el alma.)
a L. N. C.
Llueve en París en esta tarde
sólo para que yo te extrañe.
Necesito escuchar mi nombre dicho por tu voz.
Decir te amo, mirándote nocturna.
Te quiero aquí, frente a mis ojos.
(Vamos tristeza,
bájese del vino, que puede derramar el alma.)
6 RUE VERCINGÉTORIX
En este atelier Gauguin pactó con la fantasía
una mínima tregua
cuando regresó con su pincel de asombrar al mundo,
herido por los amores de Tahití.
Aunque otro Montparnasse nacerá al siglo XXI
la sombra de Paul seguirá callejeando
alucinada de ajenjo;
en la esquina de Vercingétorix y Perceval
vociferará entre grandes risotadas: “Cambiaré la pintura”,
sin creer demasiado lo que resultó cierto.
En este atelier Gauguin pactó con la fantasía
una mínima tregua
cuando regresó con su pincel de asombrar al mundo,
herido por los amores de Tahití.
Aunque otro Montparnasse nacerá al siglo XXI
la sombra de Paul seguirá callejeando
alucinada de ajenjo;
en la esquina de Vercingétorix y Perceval
vociferará entre grandes risotadas: “Cambiaré la pintura”,
sin creer demasiado lo que resultó cierto.
PARA JUANCITO CAMINADOR
a R. G. T.
(In Memoriam)
Raúl: caminé largas tardes por su querido Montparnasse
buscando el café en cuya mesa escribió ese poema.
Recorrí los lugares
donde aun lejos de la patria siempre fue argentino,
y su juventud tenía los bolsillos vacíos de monedas
pero el corazón tintineante de alegría.
Cuando lo conocí en su casa que estremecían los trenes,
se había hecho ya ese “cinturón bravío
de rutas inverosímiles, como Alain Gerbault”
para que Blanca Luz viniera a amarlo.
No volveré a esas calles
a buscar un sitio que tal vez ya no existe,
porque muchas cosas se fueron con usted
a vivir en la poesía sin necesidad del aire,
cuando partió con su valija trashumante
en la que puso el corazón de sus amigos,
su veleta,
su barco en la botella,
y ese poema
escrito sobre una mesa de Montparnasse.
a R. G. T.
(In Memoriam)
Raúl: caminé largas tardes por su querido Montparnasse
buscando el café en cuya mesa escribió ese poema.
Recorrí los lugares
donde aun lejos de la patria siempre fue argentino,
y su juventud tenía los bolsillos vacíos de monedas
pero el corazón tintineante de alegría.
Cuando lo conocí en su casa que estremecían los trenes,
se había hecho ya ese “cinturón bravío
de rutas inverosímiles, como Alain Gerbault”
para que Blanca Luz viniera a amarlo.
No volveré a esas calles
a buscar un sitio que tal vez ya no existe,
porque muchas cosas se fueron con usted
a vivir en la poesía sin necesidad del aire,
cuando partió con su valija trashumante
en la que puso el corazón de sus amigos,
su veleta,
su barco en la botella,
y ese poema
escrito sobre una mesa de Montparnasse.
LA TUMBA DE ÉLUARD
Es simple y armónica como lo fue su vida,
gris como el momento que le tocó combatir.
Sobre su pecho crece un rosal
para que florezca la libertad.
Es simple y armónica como lo fue su vida,
gris como el momento que le tocó combatir.
Sobre su pecho crece un rosal
para que florezca la libertad.
DOMINGO EN LA VILLE DE PARIS
El domingo repite su tedio en Buenos Aires o en París,
nos sale al paso en Auteuil o en Ménilmontant
al igual que en San Telmo o Villa Urquiza.
Las madres son arrastradas por sus hijos a la plaza
mientras sus maridos combaten junto a los héroes de la
televisión.
Los pequeños burgueses (y los que no lo parecen)
descuelgan del armario la mentira piadosa
y van a compartir con sus amantes la desazón de este día.
Los fanáticos de las motos de alta cilindrada
corren con la muerte de acompañante
incendiados por el viento a lo largo de los Champs Elysées.
Mi vecino pinta una ventana
con el color hastío de un cansado pincel.
Unos lavan el coche en la calle
como en Liniers o Parque Chas;
otros, embotellados en las autopistas,
gastan en pocos minutos la paz que tanto les costó reponer.
En el Bois de Boulogne o en Palermo,
en el square Carpeaux o en parque Centenario,
mientras crecen las sombras que enturbian el crepúsculo
se piensa en el lunes como en el madero en un naufragio,
porque todos tienen ganas de nunca más.
En tanto cae la tarde, el domingo se aja como una mala prenda
que después de estrenada ya no vuelve a lucir.
El domingo repite su tedio en Buenos Aires o en París,
nos sale al paso en Auteuil o en Ménilmontant
al igual que en San Telmo o Villa Urquiza.
Las madres son arrastradas por sus hijos a la plaza
mientras sus maridos combaten junto a los héroes de la
televisión.
Los pequeños burgueses (y los que no lo parecen)
descuelgan del armario la mentira piadosa
y van a compartir con sus amantes la desazón de este día.
Los fanáticos de las motos de alta cilindrada
corren con la muerte de acompañante
incendiados por el viento a lo largo de los Champs Elysées.
Mi vecino pinta una ventana
con el color hastío de un cansado pincel.
Unos lavan el coche en la calle
como en Liniers o Parque Chas;
otros, embotellados en las autopistas,
gastan en pocos minutos la paz que tanto les costó reponer.
En el Bois de Boulogne o en Palermo,
en el square Carpeaux o en parque Centenario,
mientras crecen las sombras que enturbian el crepúsculo
se piensa en el lunes como en el madero en un naufragio,
porque todos tienen ganas de nunca más.
En tanto cae la tarde, el domingo se aja como una mala prenda
que después de estrenada ya no vuelve a lucir.
MADRUGADA POR LA RUE DE LA FOLIE-MERICOURT
Nadie en la madrugada,
sólo París y yo haciéndonos el amor escandalosamente.
Vengo de République con el corazón empapado de alegría
y todavía canta en el vino la calidez de los amigos.
Por las calles de silencio y de niebla
dos o tres gatos siguen mis pasos sin entender muy bien
por qué si no soy gato callejeo a esta hora.
Alguien, desde muy lejos, comenzó a destapar el alba,
y los aromas y colores que llenarán el día son solamente míos.
En Saint-Ambroise, los primeros pájaros alborotan la mañana
mientras construyo un poema volátil que se dispersa en el aire
como la noche gastada ya –pero no su recuerdo–,
y cuando sin darme cuenta me toco el alma,
descubro que he estado pensando constantemente en los ojos
de Mireille.
Nadie en la madrugada,
sólo París y yo haciéndonos el amor escandalosamente.
Vengo de République con el corazón empapado de alegría
y todavía canta en el vino la calidez de los amigos.
Por las calles de silencio y de niebla
dos o tres gatos siguen mis pasos sin entender muy bien
por qué si no soy gato callejeo a esta hora.
Alguien, desde muy lejos, comenzó a destapar el alba,
y los aromas y colores que llenarán el día son solamente míos.
En Saint-Ambroise, los primeros pájaros alborotan la mañana
mientras construyo un poema volátil que se dispersa en el aire
como la noche gastada ya –pero no su recuerdo–,
y cuando sin darme cuenta me toco el alma,
descubro que he estado pensando constantemente en los ojos
de Mireille.
DOMINIQUE
Es menuda, nerviosa; veo vivir la blusa celeste
que cubre sus pequeños senos, empujada por su corazón.
Cruzamos las miradas cuando el metro asciende en Bel Air
porque al descuido rozamos nuestras manos
y un resplandor eléctrico nos sobresalta.
Advierto que sus ojos me observan
cuando la oscuridad del túnel o la sombra del sol
convierten en espejo la amplia ventanilla.
Por la pulsera me entero de su nombre
y suelto a volar mi fantasía
alrededor y sobre esa muchacha real-irreal
que decididamente me gusta, hasta que de pronto la veo en
el andén
cuando las puertas del tren que me lleva a ninguna parte se
han cerrado.
Me mira –sé que ella también me busca–,
nuestros ojos se encuentran y sonríe.
Después ya no nos vemos. No nos veremos nunca.
¿Qué pasará con mi corazón
si fue el amor el que bajó en Corvisart?
Es menuda, nerviosa; veo vivir la blusa celeste
que cubre sus pequeños senos, empujada por su corazón.
Cruzamos las miradas cuando el metro asciende en Bel Air
porque al descuido rozamos nuestras manos
y un resplandor eléctrico nos sobresalta.
Advierto que sus ojos me observan
cuando la oscuridad del túnel o la sombra del sol
convierten en espejo la amplia ventanilla.
Por la pulsera me entero de su nombre
y suelto a volar mi fantasía
alrededor y sobre esa muchacha real-irreal
que decididamente me gusta, hasta que de pronto la veo en
el andén
cuando las puertas del tren que me lleva a ninguna parte se
han cerrado.
Me mira –sé que ella también me busca–,
nuestros ojos se encuentran y sonríe.
Después ya no nos vemos. No nos veremos nunca.
¿Qué pasará con mi corazón
si fue el amor el que bajó en Corvisart?
ODA A LA RUE DES AUX
a Mireille Prat
Vagabundeando
por el aire que envuelve a Raynouard,
descendí los escalones
–de pared a pared– entre altos muros
con ventanas de pesadilla,
para golpearme contra el crepúsculo violáceo
que me aguardaba junto al malecón del Sena.
(Caminando por el quai Branly
me pregunto
por qué bajé cada escalón exaltado de felicidad
si ya no era lo perfecto;
había cesado
esa llovizna íntima,
ahora necesaria,
y por cuyo retorno
el corazón y mi poesía imploraban.)
Sobre el puente de Bir Hakeim
los trenes
llenaban de raspaduras la escenografía de la tarde,
un fragmento de la torre Eiffel
se diluía
contra un fondo de bruma,
y la melancolía del gris
en esa hora
hacía el mismo ruido
del celofán que envuelve un gran ramo de rosas.
Después la noche abrió sus compuertas oscuras
y todo fue invadido de azul.
El cielo
parecía respirar por las estrellas.
a Mireille Prat
Vagabundeando
por el aire que envuelve a Raynouard,
descendí los escalones
–de pared a pared– entre altos muros
con ventanas de pesadilla,
para golpearme contra el crepúsculo violáceo
que me aguardaba junto al malecón del Sena.
(Caminando por el quai Branly
me pregunto
por qué bajé cada escalón exaltado de felicidad
si ya no era lo perfecto;
había cesado
esa llovizna íntima,
ahora necesaria,
y por cuyo retorno
el corazón y mi poesía imploraban.)
Sobre el puente de Bir Hakeim
los trenes
llenaban de raspaduras la escenografía de la tarde,
un fragmento de la torre Eiffel
se diluía
contra un fondo de bruma,
y la melancolía del gris
en esa hora
hacía el mismo ruido
del celofán que envuelve un gran ramo de rosas.
Después la noche abrió sus compuertas oscuras
y todo fue invadido de azul.
El cielo
parecía respirar por las estrellas.
9 DE OCTUBRE DEL '76
Recordaré este instante de agonía de soledad,
mis pasos en la noche
y el frío que corre desnudo de viento hacia Nation,
dobla por Richard Lenoir
y estalla contra rue de Charonne
en estrellas de silencio sin nadie.
Recordaré esta noche en que me invadió el desaliento,
cuando ni el recuerdo de todo lo querido
supo a calor, logró hacerme compañía.
Por una vez siquiera
pensaré en las astillas de vida
que me lastimaron en la crueldad de esta hora,
cuando pretenda mentirme que todo París fue alegría.
ZAPATOS
Estos zapatos no quieren seguir más,
se quedan en París.
Caminamos, pateamos piedritas,
anduvimos los anchos bulevares,
subimos las escaleras de Montmartre,
nos emocionamos juntos.
Alguna vez lucieron como espejos,
pero el polvo callejero les otorgó otro brillo.
Los dejo aquí,
con la misma ternura que los pintó Van Gogh.
Los maté de vida.
Han muerto de camino.
Tendría que enterrarlos.
Estos zapatos no quieren seguir más,
se quedan en París.
Caminamos, pateamos piedritas,
anduvimos los anchos bulevares,
subimos las escaleras de Montmartre,
nos emocionamos juntos.
Alguna vez lucieron como espejos,
pero el polvo callejero les otorgó otro brillo.
Los dejo aquí,
con la misma ternura que los pintó Van Gogh.
Los maté de vida.
Han muerto de camino.
Tendría que enterrarlos.
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