*
Al terminar la vida
quedaremos mirando el vacío,
como nos quedábamos
mirando las manos del mago
finalizada la función.
*
Que no se deshilache entre las manos,
desperdiciado,
el tiempo por vivir.
No guardar la vida
para consumirla luego,
pues no será la misma.
Que la intemperie la sacuda
y el viento la lleve -cualquier viento-
desplegadas sus alas,
libre.
*
Al amor no le preguntes nada
pues no es de responder.
Vivilo a tu manera,
siempre con cómplice alegría.
Si insistís en preguntar
y llegara a responderte,
es muy posible que te mienta.
*
No hay hombre en soledad total
aunque las sombras se empecinen en rodearlo;
existe una soledad mayor que nos protege
de la soledad individual que habitamos:
la que nos cuida de no estar realmente solos
aun cuando creemos estarlo.
Si así no fuera, los ateos descubrirían
el inmenso vacío donde vagan;
los creyentes caerían en la cuenta
de que no hay dios capaz de socorrerlos,
y para ambos -náufragos de la Nada-
sobrevendría la locura.
*
*
El amor tiene un
tiempo al que mide con su propia vara.
Por eso hay amores
eternos que duran diez minutos;
amores fugaces que
nos acompañarán toda la vida;
amores que se
cruzan en el camino cuando noviamos con la soledad,
y amores que nunca llegarán
por más que esperemos.
Rara vez su ritmo concuerda
con el nuestro,
las más de las
veces nos conformamos con lo que nos da,
temerosos de
pedirle lo que creemos que no nos pertenece.
*
Mirá, Muerte,
siempre nos respetamos,
acepté tus
sacudones como pude
y no te dije
nada, pues creo
que así debe ser
por tratarse de vos
y por aquello
que aprendí de mis mayores:
calavera no
chilla. Las cosas como son.
Hasta llegué a
decirte que no tuvieras vueltas,
si querías
avisar de tu visita, agradecido por el gesto,
y si no, todo
bien, aunque la sorpresa fuera dura.
También te dije que
si me dabas chance
te iba a pelear
mi último aire,
sólo por darme
el gusto, porque es sabido
que desde el
vamos todo está jugado.
Pero lo quiero
así, de peleador no más, de puro camorrero.
Con respecto a
nosotros siempre fui claro,
y aunque nunca respondiste
nada, tuviste ciertos gestos
en momentos
difíciles de mi estar en el sitio prestado
por donde
todavía estoy pasando, que entendí
que el silencio
era tu manera de acordar con mi propuesta.
Por lo tanto,
dada nuestras pasables relaciones en todos estos años,
voy a tomarme
una atribución –tal vez la última,
pues a esta
altura del carretel vaya uno a saber cuánto hilo queda–,
más que pedir,
te ordeno, aunque te mueva a risa mi exigencia:
cuando quieras
nos vamos. ¡Pero con mis amigos no te metas!
*
*
Uno supone que las palabras están allí,
las imagina escondidas,
observándonos;
si no quieren entregarse
damos un salto,
caemos sobre ellas
y sin resistirse las atrapamos
una a una, mansas.
Pero no,
es sólo expresión de deseo:
esquivas, no se dejan asir fácilmente.
Basta vernos el alma en estos años,
con cuánta nueva herida,
lastimaduras varias
más viejas cicatrices
por saltar al vacío,
cuando creímos apresarlas,
descifrar su misterio,
y fue sólo espejismo.
*
Allá por mi juventud
conocí algunos poetas
que soñaban ser Rimbaud
y no eran ni ellos mismos,
pues todo cuanto escribían
estaba rozando el plagio
o era un mar de confusión.
Cuando llegaron los años
de no poder ser Rimbaud
porque calvicie y abdomen
denunciaban ser mayor,
plantaron líneas insulsas,
palabras sin emoción
pensamientos repetidos
o edulcorada canción,
amontonando asonancias
sin poder hallar la voz.
Y todo por la manía
adolescente, obsesiva
-más la pérdida de vida-,
por un disfraz de Rimbaud.
SITUACIÓN
POSTAL SEPIA BELGRANENSE
*
Allá por mi juventud
conocí algunos poetas
que soñaban ser Rimbaud
y no eran ni ellos mismos,
pues todo cuanto escribían
estaba rozando el plagio
o era un mar de confusión.
Cuando llegaron los años
de no poder ser Rimbaud
porque calvicie y abdomen
denunciaban ser mayor,
plantaron líneas insulsas,
palabras sin emoción
pensamientos repetidos
o edulcorada canción,
amontonando asonancias
sin poder hallar la voz.
Y todo por la manía
adolescente, obsesiva
-más la pérdida de vida-,
por un disfraz de Rimbaud.
SITUACIÓN
Adolescente, la soñaba París,
adulto, la asumí Buenos Aires.
Y siempre fue igual pero siempre distinta.
Me muevo entre porteños viejos de tangos del 40 y de
Piazzolla
junto a porteños nuevos de rock y auriculares
que conviven en armonía pero sin mezclarse,
mas no faltará mucho:
esta
ciudad
perita en amalgamar identidades
nacerá una nueva esencia
pues todo lo transforma,
y sin pedir permiso a nadie, de buenas a primera,
en una zapada de bandoneón y Fender
mañana inventa el tango-rock
como creó el ser porteño,
y para
qué te cuento:
quedás de una pieza sin poder entender tanta sapiencia
mientras ella se renace a sí misma una vez más,
ave fénix Buenos Aires.
POSTAL SEPIA BELGRANENSE
Ciertas tardes llegan
desde el pasado a la plaza Belgrano
una larga siesta
de estío demorada en cualquier patio
y el aire caliente
que levanta la polvareda de Cabildo
entre La Blanqueada de Pampa y La Redonda de Obligado.
A veces es tan
vívida la imagen
que ella basta
para amortiguar los ruidos,
el sostenido
ajetreo cotidiano.
Sólo hay que estar
atento al guiño que nos da la ciudad
cuando susurra,
cómplice, en porteña clave.
Entonces veremos
llegar desde lejos
–digamos Moldes o
Vidal,
calles golpeadas
por las inundaciones–,
al matungo cansino
que tira un tranvía de juguete
con sueño de
futuro en sus vías,
mientras acerca desde
los terrenos linderos
al Camino de las
Tropas hasta Cabildo y Juramento,
a los vecinos que desde
el vamos
llevan incorporados
en su ADN belgranense
este encuentro de
esquinas como emblema del barrio
y la amplia
avenida como máximo orgullo.
INSTANTÁNEA
CIUDADANA
Atenta al celular
que no responde
vuela por la calle,
y no lo observa.
Él la cruza –tecleando el smartphone–,
la roza casi, pero
no la ve.
Estuvieron muy
cerca,
casi podían mirarse
la respiración.
(Rebobino la escena
sin telefonía móvil).
Ella cruza la calle
y, sin querer, lo ve.
Él la mira a los
ojos cuando pasa a su lado.
Algo los estremece
sin saber muy bien qué.
Él se da vuelta
mientras ella se aleja,
y ella siente en su
espalda la mirada de él.
Pudo haber pasado
algo, como pudo no ser.
Instantes como éste,
fugaces, imprevistos,
se repiten a diario
por toda la ciudad,
mas frustran un
encuentro de dimensión humana
un celular que
insiste y un absurdo teclear.
DESDE BADALONA
Cuando
a dos manos y entrecerrados ojos
escarbo
en mis entrañas,
me
toco Buenos Aires
y su magia convoca la poesía.
Allí están tus esquinas de veladas nostalgias,
tus calles donde yacen bajo
el absurdo asfalto
adoquines insomnes y fragmentos de vías,
y mi vagar por “los barrios amados”,
cenizas de otros sueños.
Un boliche de aire cristobalero por
Humberto I y Urquiza
donde filigraneaba la guitarra de Elbio.
La librería de usados de San Juan casi
Maza
(ya estoy diciendo Boedo),
lugar de mi amistad con Pratolini,
mi primer Arlt que no recuerdo,
la Carta
al padre de un tal Kafka,
un Camus desolado y extranjero,
y salía a la noche que tenía tranvías
de la mano de Sartre
con música de letras agitándome el alma.
De aquel Boedo y Agrelo de entonces ya
hablé largo,
sangré profundo más allá de la lágrima,
al igual que de amores primerizos,
románticas bohemias inventadas
que el vivir hacía trizas contra la
realidad, aunque sin saña.
(Estas vivencias están en otros libros,
sus emociones y sus lápidas).
También anduve por Manuel Rodríguez
–Paternal,
casas bajas–,
donde don José Stilman sembraba
tipografía
para nacer palabras.
Allí alentamos sueños y poemas,
"Stilcograf” era la llama.
Después José Kaúl –heredero de su plana–,
desde las prensas de “Andi”
en Cucha-cucha y Jonte
mantuvo encendida la magia.
En Badalona
de Crámer y Monroe
hoy tengo mi mesa, si no está ocupada.
Solía llegarme de vez en cuando allá por
los 70,
cuando las veredas de esta cuadra eran
altas
y otro su nombre: ¿Pelayo se llamaba?
Qué más da.
¿O
acaso tiene un solo nombre la nostalgia?
Ayer acompañado de otros sueños
–amores
posibles/imposibles
pero
siempre de asombrada esperanza–,
con juramentos, ginebras y promesas,
intentando alcanzar lo que nunca se daba.
Hoy llego solo,
a veces con amigos,
no pocas con mi propio fantasma,
pero esto sucede cuando por esas cosas de
uno,
–irrenunciables–,
me
despojo de mi carnadura cotidiana.
MODELO 38
Soy como un Ford modelo 38.
No hubo que hacerle nada
hasta miles de kilómetros andados;
a lo sumo mínimos toquecitos:
el clásico "lo 'atamo' con alambre"
que no era de temer.
Y siempre hacia adelante
pisando a fondo el acelerador,
confiado en un mundo más humano
que todavía no se dio.
Hoy la carrocería acusa golpes
-abolladuras que el Tiempo no perdona-,
y aunque algunos rayones deslucen su pintura
mordida de soledades e intemperies,
aun se puede mostrar.
El motor tiene varios ajustes, pero tira,
rechina ante un mayor esfuerzo
porque los fierros de la vida se gastan
y no hay repuesto que valga
por más Ford que se diga, dada su antiguedad.
Mas no pienso ponerle una lata en el techo.
MODELO 38
Soy como un Ford modelo 38.
No hubo que hacerle nada
hasta miles de kilómetros andados;
a lo sumo mínimos toquecitos:
el clásico "lo 'atamo' con alambre"
que no era de temer.
Y siempre hacia adelante
pisando a fondo el acelerador,
confiado en un mundo más humano
que todavía no se dio.
Hoy la carrocería acusa golpes
-abolladuras que el Tiempo no perdona-,
y aunque algunos rayones deslucen su pintura
mordida de soledades e intemperies,
aun se puede mostrar.
El motor tiene varios ajustes, pero tira,
rechina ante un mayor esfuerzo
porque los fierros de la vida se gastan
y no hay repuesto que valga
por más Ford que se diga, dada su antiguedad.
Mas no pienso ponerle una lata en el techo.