23.3.18


BIOBIBLIOGRAFÍA

Rubén Derlis - Poeta, escritor y periodista

Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 12 de abril de 1938. En 1942 viaja con sus padres a la Capital Federal, donde se radican; por lo que dice ser un porteño honoris causa, y como tal se asume. Cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Manuel Belgrano”, en la Escuela Argentina de Periodismo y en establecimientos privados. En 1966 comenzó a realizar muestras de poemas ilustrados en el país y en el exterior, en forma individual o conjunta. De las primeras se destacan las llevadas a cabo en la galería Scheinsohn, de Buenos Aires, entre 1967 y 1968, y la que con el nombre de "París", presentó con el plástico Antonio Oriana, en 1978, en la galería Rodolfo Cascales, también de la Capital, y la realizada en la galería A, de Montevideo, República Oriental del Uruguay, en 1968. Entre las segundas caben mencionar las tituladas "El amor" (1967), "Buenos Aires y sus barrios" (1967) y "Del recuerdo..., de la memoria" (1969), todas ellas en la galería Scheinsohn; "5 de Buenos Aires" (1973) y "30 poetas y un fotógrafo" (1974), en galería de arte Meridiana, ambas de Buenos Aires.
Colaboró en revistas literarias y periódicos culturales de la Capital Federal: "El contemporáneo", "Las espuelas del ángel", "Meridiano 70", "Actitud", "Renovación", "Runa", semanario "Propósitos" y diario "Clarín"; del interior: "Cartón de poesía" (Tucumán), "La ventana" (Rosario, Santa Fe), "Polen" (Catamarca), periódico "Alberdi" (Buenos Aires) y del exterior: "Revista de los viernes" (Uruguay) y "Cultura boliviana", (Oruro, Bolivia).
Participó en los libros colectivos: "16 poemas breves"; "3 poetas 3 poemas"; "He nacido en Buenos Aires"; "Aquí la primavera"; "9+7=16"; "Del amor en la ciudad"; "10 de nosotros"; "Poemario 72"; "Amor, amar, amor"; "Vocación de Buenos Aires"; "Meditaciones cortitas"; "Interpares"; "Boedo, una mirada"; "Café “Margot”, y en las carpetas de trabajos conjuntos: "Cuentos, poemas, xilografías"; "Palabra / Imagen 70"; "Raúl Lara ilustra 5 poemas" y "Annick Cousin" con pinturas de Pedro Gaeta. En 1968, con el artista plástico Juan Manuel Sánchez, dio a conocer la carpeta "Juan Manuel Sánchez ilustra 10 poemas de Rubén Derlis", y en 1975, con la grabadora Manuela Pintos Tezano, la carpeta de xilografías y linóleos "Soles". Integró la dirección de la revista "Hoy en la cultura", sección Poesía, desde 1965 hasta su desaparición un año después. En 1967 fundó y dirigió hasta 1972 las Ediciones Del Alto Sol. Entre 1974 y 1975, con el fotógrafo José L. Raggi realizó el audiovisual "Caminar Buenos Aires", integrado por poemas, textos y canciones de su autoría, y en 1993, con el cineasta Marcelo Peña, el video "Homo porteñensis".
Miembro fundador del Grupo de los Siete en 1983, colaboró en todas las entregas de poesía que el grupo dio a conocer desde sus inicios, hasta su disolución en 1987, ya sea en formatos libro, carpeta, o cuadernillo: "Contracuerpos", "Siete poetas en la calle del agujero en la media", "Siete poetas contra la desesperanza", "Siete poetas y el crimen fue en Granada", "Siete poetas y un rayo misterioso" y "Siete poetas y la América invisible", además de participar en todos los recitales que realizó la agrupación.
Varios de sus poemas fueron musicalizados, ya sea dentro del movimiento llamado Cancionero Testimonial, o en la corriente de la nueva canción: "Conmigo" y "Un corazón" con música de Oscar Matus (el primero grabado en Buenos Aires y el segundo en París), "El fuego compartido" con música de Marta Kapustin (grabado por el dúo “Ouro Negro”, de Angola); "Muchacha Buenos Aires", "Todo el día la lluvia se hizo mar" y "Del lado izquierdo" con música de Miguel Álvarez; "Lluvia con sol" y "Poema 7" con música de Ro Álvarez, ambos del "Trío Sol"; "La casa del poeta" y "Sol americano" con música de Hugo Pardo –el último grabado por Mercedes Akel–, entre otras composiciones. Fue el primero en editar junto a Juan Manuel Sánchez en la creación artística, poemas ilustrados dentro de la modalidad póster, por lo que ambos son considerados como los iniciadores de la difusión masiva de poesía mediante este sistema. Entre los muchos trabajos que realizó en este rubro se pueden citar "Allegro assai" con grabado sobre linóleo de Hipólito Vieytes; "Contesto algunas cosas", "Viajo de noche por tu piel", "Poema 13", "Tomad la mano que extiendo" y "Un corazón" (reeditado en París en 1976 en su versión en lengua francesa), todos con serigrafías de Juan M. Sánchez; "Hoy te volviste playa" y "Cierto adolescente" con fotografías de Rubén Rey, "Siempre permanecer" con dibujo de Pascual Di Bianco, "Si digo amor" y "Vuelvo a la luz" con fotografías de César Sondereguer, "Te volviste playa" con fotografía de Alex Waterhouse-Hayward (en edición trilingüe), "A un boliche que había en una esquina oeste de Almagro" con dibujo del humorista Caloi y "Criatura de amor" con dibujo de Nora Patrich. Aunque muy posteriores y con formato más pequeños, son asimismo destacables "A la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen-Ayre" con dibujo de Omar J. Blanco y "Boedo" con fotomontaje de Mario Bellocchio. En 1993 fundó las Ediciones Papeles de Coghlan, y en 2001, con el licenciado Aníbal Lomba y el arquitecto Omar Jesús Blanco dieron inicio a la editorial Papeles de Boedo.
Integra el consejo de redacción del periódico "Desde Boedo".
En 1994 dio una charla sobre la Generación del 60 -a la que pertenece- en la Frazer University de Vancouver (B.C), Ca­nadá. Trataron acerca de su obra el escritor Ariel Bignami en su libro "Arte, ideología y sociedad" (Ediciones Sílaba, Bs. As., 1973), Leónidas Barletta en "Boedo y Florida: una versión distinta" (Ediciones Metrópoli, Bs. As., 1967), y se lo menciona en el "Diccionario de poetas argentinos" (Editorial Lira, Rosario, Santa Fe, 1972) y en "Quiénes son los escritores argentinos" (Ediciones Crisol, Bs. As., 1980). Asimismo figura en antologías de la actual poesía de su país.
Junto a otros colaboradores llevó adelante el blog de poesía: Decidor -poetas argentinos comprometidos con su tiempo- (http://decidor.blogspot.com/), y administró el blog Buenos-Ayres (http://serdebuenosayres.blogspot.com/ ).

En 2015, la Legislatura porteña lo nombró Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  En  2017, la Fundación Argentina para la Poesía le otorga el Puma de Plata "Gestión Cultural". 

Poemarios publicados: Tonos neutros (1959), Aries doce (1961), El signo de tu vuelo (1962), 7 poemas verticales (1963), Sed natural (1965), El fuego compartido (1967), Digo América (1967), Ordenar la vida (1968), Contraimagen (1968), Crónica del fugitivo amor (1969), Indagaciones (1969), Con humana voz (1970), Otros límites (1970), Cuaderno de otros nombres (1972), La piel del sol (1973), Siempre presente y otros poemas (1974), Mecanismo de olvido (1976), Junio de lluvias (1976), La casa del poeta (1978), Mandato de Violante (1980), Boulevard Voltaire (1981), Ella es un recuerdo del mar (1985), Agua libre (1986), Homo porteñensis (1993), Viento solar (1997), Domingo panadero (1999), Papeles extraviados vueltos a hallar (2001), Sin cable a tierra (2005), Cosas por su nombre (2008), y Cielo de Coghlan (2013), y Desde estos años (2017).
También tiene editado un poemario de  poesía lunfardesca: Versos de Juan Vedera (2008) y una antología poética: Antología mínima (2003) En 2019 publicó Boulevard Voltaire en edición bilingüe (español-francés).
En prosa publicó: Boedo y otras adicciones (2000), Guía para vagabarrios (2003), Códigos de callejero (2018), que contienen notas y ensayos breves sobre Buenos Aires, Esquina de encuentro (Historia del  Café "La  Poesía") (2010), emblemático lugar de la ciudad porteña y Astillas y limaduras (2008), pensamientos y reflexiones.
Fue fundador del Café "La Poesiá" en la esquina de Chile y Bolívar
 (barrio de San Telmo) en  1982; posteriormente nombrado Cafe Notable bajo otro gerenciamiento.

Contacto: rubenderlis@gmail.com
Facebook: Rubén Derlis

24.11.17

DESDE ESTOS AÑOS (2017)






















                        *


                        Al terminar la vida

                        quedaremos mirando el vacío,
                        como nos quedábamos
                        mirando las manos del mago
                        finalizada la función.



                         *


                         Que no se deshilache entre las manos,

                         desperdiciado,
                         el tiempo por vivir.

                         No guardar la vida

                         para consumirla luego,
                         pues no será la misma.

                         Que la intemperie la sacuda

                         y el viento la lleve -cualquier viento-
                         desplegadas sus alas,
                         libre.



                         *


                          Al amor no le preguntes nada

                          pues no es de responder.

                          Vivilo a tu manera,

                          siempre con cómplice alegría.

                          Si insistís en preguntar

                          y llegara a responderte,
                          es muy posible que te mienta.



                           
*


                          No hay hombre en soledad total

                          aunque las sombras se empecinen  en rodearlo;
                          existe una soledad mayor que nos protege
                          de la soledad individual que habitamos:
                          la que nos cuida de no estar realmente solos
                          aun cuando creemos estarlo.

                         Si así no fuera, los ateos descubrirían

                         el inmenso vacío donde vagan;
                         los creyentes caerían en la cuenta               
                         de que no hay dios capaz de socorrerlos,
                         y para ambos -náufragos de la Nada-
                         sobrevendría la locura.



                         *


 El amor tiene un tiempo al que mide con su propia vara.
 Por eso hay amores eternos que duran diez minutos;
 amores fugaces que nos acompañarán toda la vida;
 amores que se cruzan en el camino cuando noviamos con la soledad,
 y amores que nunca llegarán por más que esperemos.
 Rara vez su ritmo concuerda con el nuestro,
 las más de las veces nos conformamos con lo que nos da,
 temerosos de pedirle lo que creemos que no nos pertenece.



 *

Mirá, Muerte, siempre nos respetamos,
acepté tus sacudones como pude
y no te dije nada, pues creo
que así debe ser por tratarse de vos
y por aquello que aprendí de mis mayores:
calavera no chilla. Las cosas como son.
Hasta llegué a decirte que no tuvieras vueltas,
si querías avisar de tu visita, agradecido por el gesto,
y si no, todo bien, aunque la sorpresa fuera dura.
También te dije que si me dabas chance
te iba a pelear mi último aire,
sólo por darme el gusto, porque es sabido
que desde el vamos todo está jugado.
Pero lo quiero así, de peleador no más, de puro camorrero.
Con respecto a nosotros siempre fui claro,
y aunque nunca respondiste nada, tuviste ciertos gestos
en momentos difíciles de mi estar en el sitio prestado
por donde todavía estoy pasando, que entendí
que el silencio era tu manera de acordar con mi propuesta.
Por lo tanto, dada nuestras pasables relaciones en todos estos años,
voy a tomarme una atribución –tal vez la última,
pues a esta altura del carretel vaya uno a saber cuánto hilo queda–,
más que pedir, te ordeno, aunque te mueva a risa mi exigencia:
cuando quieras nos vamos. ¡Pero con mis amigos no te metas!


*


         Uno supone que las palabras están allí,
         las imagina escondidas,
         observándonos;
         si no quieren entregarse
         damos un  salto, caemos sobre ellas
         y sin resistirse las atrapamos
         una a una, mansas.
         Pero no,
         es sólo expresión de deseo:
         esquivas, no se dejan asir fácilmente.
         Basta vernos el alma en estos años,
         con cuánta nueva herida,
         lastimaduras varias
         más viejas cicatrices
         por saltar al vacío,
         cuando creímos apresarlas,
         descifrar su misterio,
         y fue sólo espejismo.   


       *


       Allá por mi juventud

       conocí algunos poetas
       que soñaban ser Rimbaud
       y no eran ni ellos mismos, 
       pues todo cuanto escribían
       estaba rozando el plagio
       o era un mar de confusión.

      Cuando llegaron los años

      de no poder ser Rimbaud
      porque calvicie y abdomen
      denunciaban ser mayor,
      plantaron líneas insulsas,
      palabras sin emoción
      pensamientos repetidos
      o edulcorada canción,
      amontonando asonancias
      sin poder hallar la voz.

      Y todo por la manía

      adolescente, obsesiva
      -más la pérdida de vida-,
      por un disfraz de Rimbaud.



     
 SITUACIÓN


  
      Adolescente, la soñaba París,
      adulto, la asumí Buenos Aires.
      Y siempre fue igual pero siempre distinta.

      Me muevo entre porteños viejos de tangos del 40 y de Piazzolla
      junto a porteños nuevos de rock y auriculares
      que conviven en armonía pero sin mezclarse,
      mas no faltará mucho:
                                          esta ciudad
      perita en amalgamar identidades
      nacerá una nueva esencia
      pues todo lo transforma,
      y sin pedir permiso a nadie, de buenas a primera,
      en una zapada de bandoneón y Fender
      mañana inventa el tango-rock
      como creó el ser porteño,
                                                y para qué te cuento:
      quedás de una pieza sin poder entender tanta sapiencia
      mientras ella se renace a sí misma una vez más,
      ave fénix Buenos Aires.



       POSTAL SEPIA  BELGRANENSE
  
    
            Ciertas tardes llegan desde el pasado a la plaza Belgrano
            una larga siesta de estío demorada en cualquier patio
            y el aire caliente que levanta la polvareda de Cabildo
            entre La Blanqueada de Pampa y La Redonda de Obligado.

            A veces es tan vívida la imagen
            que ella basta para amortiguar los ruidos,
            el sostenido ajetreo cotidiano.
            Sólo hay que estar atento al guiño que nos da la ciudad
            cuando susurra, cómplice, en porteña clave. 

            Entonces veremos llegar desde lejos
            –digamos Moldes o Vidal,
            calles golpeadas por las inundaciones–,
            al matungo cansino que tira un tranvía de juguete
            con sueño de futuro en sus vías,
            mientras acerca desde los terrenos linderos
            al Camino de las Tropas hasta Cabildo y Juramento,
            a los vecinos que desde el vamos
            llevan incorporados en su ADN belgranense
            este encuentro de esquinas como emblema del barrio
            y la amplia avenida como máximo orgullo.



    
       INSTANTÁNEA CIUDADANA
                             
   
                          Atenta al celular que no responde
                          vuela por la calle, y no lo observa.
                          Él  la cruza –tecleando el smartphone–,
                          la  roza casi, pero no la ve.
                          Estuvieron muy cerca,
                          casi podían mirarse la respiración.

                          (Rebobino la escena sin telefonía móvil).

                          Ella cruza la calle y, sin querer, lo ve.
                          Él la mira a los ojos cuando pasa a su lado.
                          Algo los estremece sin saber muy bien qué.
                          Él se da vuelta mientras ella se aleja,
                          y ella siente en su espalda la mirada de él.

                          Pudo haber pasado algo, como pudo no ser.
                          Instantes como éste, fugaces,  imprevistos,
                          se repiten a diario por toda la ciudad,
                          mas frustran un encuentro de dimensión humana
                          un celular que insiste y un absurdo teclear.  


         
                           DESDE BADALONA


  
                                           Cuando a dos manos y entrecerrados ojos
                                           escarbo en mis entrañas,
                                           me toco Buenos Aires
                                           y su magia convoca la poesía.

                          Allí están tus esquinas de veladas nostalgias,
                          tus calles donde yacen bajo el absurdo asfalto
                          adoquines insomnes y fragmentos de vías,
                          y mi vagar por “los barrios amados”,
                          cenizas de otros sueños.

                          Un boliche de aire cristobalero por Humberto I y Urquiza
                          donde filigraneaba la guitarra de Elbio.
                          La librería de usados de San Juan casi Maza
                          (ya estoy diciendo Boedo),
                          lugar de mi amistad con Pratolini,
                          mi primer Arlt que no recuerdo,
                          la Carta al padre de un tal Kafka,
                          un Camus desolado y extranjero,
                          y salía a la noche que tenía tranvías
                          de la mano de Sartre
                          con música de letras agitándome el alma.

                          De aquel Boedo y Agrelo de entonces ya hablé largo,
                          sangré profundo más allá de la lágrima,
                          al igual que de amores primerizos,
                          románticas bohemias inventadas
                          que el vivir hacía trizas contra la realidad, aunque sin saña.
                          (Estas vivencias están en otros libros,
                          sus emociones y sus lápidas).

                           También anduve por Manuel Rodríguez
                           –Paternal, casas bajas–, 
                           donde don José Stilman sembraba tipografía
                           para nacer palabras.
                           Allí alentamos sueños y poemas,
                          "Stilcograf” era la llama.
                           Después José Kaúl –heredero de su plana–,
                           desde las prensas de “Andi”
                           en Cucha-cucha y Jonte
                           mantuvo encendida la magia.

                           En Badalona de Crámer y Monroe
                           hoy tengo mi mesa, si no está ocupada.

        Solía llegarme de vez en cuando allá por los 70,
                           cuando las veredas de esta cuadra eran altas
                           y otro su nombre: ¿Pelayo se llamaba?
                           Qué más da.
                           ¿O acaso tiene  un solo nombre la nostalgia?

                           Ayer acompañado de otros sueños
                           –amores posibles/imposibles
                           pero siempre de asombrada esperanza–,
                           con  juramentos, ginebras y promesas,
                           intentando alcanzar lo que nunca se daba.

                           Hoy llego solo,
                           a veces con amigos,
                           no pocas con mi propio fantasma,
                           pero esto sucede cuando por esas cosas de uno,
                           –irrenunciables–,
                           me despojo de mi carnadura cotidiana.



                          MODELO 38

                          Soy como un Ford modelo 38.
                          No hubo que hacerle nada
                          hasta miles de kilómetros andados;
                          a lo sumo mínimos toquecitos:
                          el clásico "lo 'atamo' con alambre"
                          que no era de temer.
                          Y siempre hacia adelante
                          pisando a fondo el acelerador,
                          confiado en un mundo más humano
                         que todavía no se dio.
                     
                          Hoy la carrocería acusa golpes
                          -abolladuras que el Tiempo no perdona-,
                          y aunque algunos rayones deslucen su pintura
                          mordida de soledades e intemperies,
                          aun se puede mostrar.

                          El motor tiene varios ajustes, pero tira,
                          rechina ante un mayor esfuerzo
                          porque los fierros de la vida se gastan
                          y no hay repuesto que valga
                          por más Ford que se diga, dada su antiguedad.

                          Mas no pienso ponerle una lata en el techo.



                                           
                           

                             















2.2.14

CIELO DE COGHLAN (2013)




















ELEGÍA DE COGHLAN

Cuando llegué a estas calles
tenía intactos la mayoría de los sueños,
el alma casi invicta
y el corazón con pocas mordeduras.

Envolvía al paisaje con más cielo que torres
un perfume de azahares y de naranja amarga,
fragancias de recónditos jardines
que al marchitarse
guardaron el último silencio de las siestas.

Salvo la adolescencia que la bebí por Boedo,
y alentando en Palermo
un nuevo resplandor de mis vivencias,
lo demás me lo comí por Coghlan:
con amargor de soledad los variados adioses,
con acritud de incertidumbre la mesa fría de la espera,
con la alegría de un pan lleno de sol
la esperanza de amor y la poesía.

La adultez de los años se fue desmenuzando
por veredas conocidas y viejas.

Entonces había esquinas de suburbio
con mezquinos faroles de macilenta luz
hamacada sobre adoquines tropezados de lunas.

En la nocturnidad de los zaguanes
aguardaba un anticipo de más dulces sorpresas.

Alguna novia antigua que no pasó de eso
en su tristeza lánguida reafirma lo que escribo.

Si digo Guanacache, ¿quién lo sabe?
Si nombro Bebedero, ¿quién lo entiende?
Si leo Naón, ¿quién piensa en Forest?
Si resucito a Del Tejar, ¿quién lo celebra?

En las barreras de Congreso
el otoño guillotinaba crepúsculos
para exaltación de melancólicos;
los últimos baldíos en la frontera saavedrense
alaban de mariposas yuyales y biznagas;
las muchachas anticipaban el verano
liberando el amor y sus promesas de septiembre.

Aquel Coghlan de cervecerías con glorietas
y algún despacho de bebidas
con su sapo mohoso, sus bochas astilladas
y naipes desleídos
que otra ciudad barajó en una esquina.

Ese Coghlan
donde decíamos después y aún había tiempo,
donde armábamos proyectos que duraban,
donde la vida me retuvo sin que me diera cuenta,
porque si se es feliz todo transcurre como en sueño.

Coghlan:
hay tanta intimidad de barrio bajo la amplitud de tu cielo,
que se me cae de las manos.

(Circa 2003)



DEL TEJAR

Tenía largas siestas de silencio
y sol chorreando luz de los canteros
verdeante, en medio de la calle
tan anchurosa como mis desvelos.
(Digo, allá en los 70, que no es tanto
si se mira con los ojos del alma.)

Luego irrumpió un apuro de automóviles
que mató el verdor con el asfalto
provocador de infartos de apurados.

Y ahora, ya Balbín —pobre ocurrencia—,
el que fuera Camino de las Tropas
nombrada Del Tejar —sin mucho acierto—,
perdió la antigua magia, acostumbrada
por nocturnos azules de verano
a transmutarse de avenida en cielo.

(Enero 1°, 2008)


A CLARITA

Doblaba por Tamborini a paso lento;
entraba a Pinto —la calle que la extraña—,
llena de buen humor su bolsa del mercado.

El tiempo es en extremo confianzudo:
sin aviso se nos trepa a los hombros,
desgasta días y sueños, y nos cansa;
pero a Clari, pequeña, casi duende,
tanto peso doblegó su esperanza.

Desde que falta su antes de plumero
hay libros con alergia en los estantes;
no hay ovillos de lanas de colores
para juego y aruños de mi gata.

Quien ya no muerde el pan en esta tierra
no hallará alimento en parte alguna;
lo creo así.
                  Pero ella, tan creyente,
acaso esté ordenando en algún cielo.

Sobre la mesa dejaré estas palabras
junto a la nota semanal de las compras
para que cada lunes las lea su fantasma.

(Marzo 29 de 2006)



MI VECINO MARIO

En más de cuatro décadas
el jardín renovó gorriones y jazmines
en la medida exacta para inaugurar nuevos veranos.

Mario, ordenador de rosas, alentador de fucsias azaleas,
cuidador de trinos, me sonríe desde su verde paraíso
que comparto de ojito cuando me descubre en la ventana.

Nos hacemos preguntas previsibles de respuestas sencillas:
—Qué hermosa está la gata —dice.
—Cómo creció el laurel —le digo.
Luego volvemos a las menudencias cotidianas,
nuestros simples trabajos sin réditos, los oficios del alma:
él prepara plantines en envases de plástico,
yo busco un libro, algún papel…, y lo de siempre.

Y así cada mañana,
viajando en la alegría del viejo y renovado sol,
los primeros rumores de la vida
me despiertan desde su jardín
y alborotan de luz mi almohada aún somnolienta,
mientras saludo a Mario
—dispensador de aromas y colores—
desde hace ya más de cuarenta años.

(2006)


CAFÉ  “EL VIVERO”

A Laura

Este café de Coghlan, donde no habías estado,
te sabía aun sin conocerte.

Aquí no esperé asombros
aunque entré alguna vez deseoso del suceso,
mas como nadie vino a mis manos vacías
retorné al hueco de soledad confiable
a acurrucarme en algún sueño inútil.
Esto sucedió más atrás de anteayer,
ya perdido entre los pliegue del pasado,
en años lejos,
donde ninguno de los dos había nacido a esta intensidad,
cuando sernos no era éste,
sino querer en otros.

Antes no fuimos el ahora que sí,
sino dos desconocidos entre otras luces y sus sombras.

¿Dónde, en suspenso, la vida esta?
¿Dónde este latir cuando entonces?
Tal vez sólo ave fénix,
cenizas para la resurrección
que la vida aventó en nosotros para vivirse.

(4 de octubre de 2004)



COLECTIVO 219

No tomarás el 219 en Pinto y Pedraza
—ya ni ese número es—,
sólo tu entonces puede hacerlo.

Es un colectivo invisible y lunático:
dobla por Freire,
se aleja hacia Monroe,
cruza el angosto puente,
baja por Superí hacia Los Incas,
y más no sé,
en un recorrido imposible,
a contramano por las mismas calles,
cuarenta años ayer.

De tarde en tarde,
un fantasma sesentista, nostálgico, asciende a él
en un viaje a sí mismo,
hasta un antes perdido en el tiempo,
llamado juventud.

(2005)



 OBRADOR

Máquinas viales se mueven por Monroe
—dinosaurios amarillos, hozando—:
bulldozers y retroexcavadoras
afanosas en remover tierra coghlense
para enterrar el antes.

Un atareado hormigueo de play-mobil
cambia un proscenio conocido
donde otros personajes actuaron múltiples escenas
de un libreto Buenos Aires siglo XX
y ahora, silenciosos, hacen mutis por el foro.
Dirigidos por eficientes ingenieros,
tramoyistas dinámicos montan otra escenografía
—telón de fondo del nuevo milenio—,
donde jugarán sus papeles novísimos actores.

Ya nadie esperará a que pasen los trenes:
cruzarán por debajo con su apuro;
alguien recordará las barreras,
las cuádruples vías de dos ferrocarriles,
la casilla del cambista,
y muchos ni sabrán cómo era entonces.

Este trajinar obrero del hierro y el concreto
acerca al hoy el Coghlan de mañana.

El del paso a nivel de fatigosa espera
—su alarma hurtadora del silencio—,
perdurará en qué fotografía que no tomé,
y deba recrearlo con el calidoscopio del recuerdo.

(24 enero 2011)


  
JULIÁN EN COGHLAN

De Boedo a Coghlan.
                                   Recaló en Sócrates
con tiempo justo para beberse el cielo,
el barrio tenía entonces glorietas en verano
y baldíos olorosos a frescura campestre.

Las cosas se le dieron como a los bienvenidos:
halló vecinos de silla en la vereda
igual a aquellos de Chiclana o Inclán,
y al estaño del almacén del Carpintero
—su mesa de tute, los versos de Manzi—,
lo empardó el mostrador de Superí y Congreso.

Nocherniego celebrador de madrugadas,
de regreso con la emoción transida,
en su cortada mínima encontraba reposo.

Por eso con corazón porteño, agradecido,
cuando volvía a su oficio de luna y buenosaires,
llevaba puesto a Coghlan sobre el alma.

(2013)



EL FRESNO

¿Cuándo plantaron el fresno en la vereda de mi casa?
¿Fines de los 70? Tal vez, no lo recuerdo.
Pero empecé a cuidarlo
al verlo solo en su endeblez,
con cinco o seis hojitas de temblorosas esmeraldas
y un hambre de luz viva
para su savia nueva.
Cualquier mano dañina habría quebrado
su naciente verdor,
su proyecto de copa rebosante de trinos,
su ingeniería de sombra.

(Por mis cuidados,
él me enseñó a ser padre.)

El fresno de la calle Pinto
que ya sabe cuidarse de cualquier mano artera,
convoca gorriones y loros bullangueros
con los que armoniza su propia melodía.
Digamos que ahora tiene treinta y tres primaveras;
mi hijo, veintiocho.
Cinco años de diferencia entre hermanos, no está mal.

(2012)



A BUENOS AIRES AQUÍ Y AHORA

A vos me une el amor, y no el espanto,
como al poeta urdidor de laberintos
y de entrevistos guapos. No es mi caso.

Aprendí a amarte en mañanas boedenses
enfundados mis sueños en overol azul:
taller de imprenta y tinta subversiva;
y en la mesa de iguales de la moneda justa,
entramando en los versos amistad y café.

Y lo poco que soy se lo debo a tus calles;
si no hubo más, la culpa es sólo mía:
sucedió —cuántas veces—, que me ratié al futuro
por demorarme en tu hoy contagiado de vida.

Sólo el amor nos une, no cabe aquí el espanto.
Soy un vate de barrio, un decidor apenas
que celebra en su sangre la dicha de cantarte.

(Febrero de 2011)



EXIGENCIAS

La ciudad me atosiga y atormenta
obligándome a todas sus demandas;
como una esposa, tiene sus berrinches,
como una querida, sus caprichos.

Mas si ella fuera fiel, no importaría
darle el gusto en cuanto se le ocurra;
pero resulta ser que me descuido
y con otro en la esquina da la vuelta.

No sé si Roma, Oslo o Kuala Lumpur,
¡ni París, con su look de casquivana!,
son iguales de infieles y alocadas.

Buenos Aires es así, pese a ser reina
(¡qué mal ejemplo de la monarquía!):
no quiere rey, sí amantes cortesanos.

(26, enero, 2011)




AÑO 3011

En el 3011 he de seguir aquí;
no hay manera de ser en otro lado.
Estuve en tu comienzo —palo a pique—,
pionero de tu destino largo.

¿No tropecé acaso en cuanta piedra
sembró la historia en tu camino aciago?
¿Quién sino yo, junto a los de mi clase,
puso el hombro,
los huesos,
las cenizas,
abrió la aurora, despejó alboradas,
gritó: ¡adelante!, y que el futuro pase?

Sos de cientos de indígenas,
otro tanto de criollos
y miles de inmigrantes.
Estamos aquí y no desertaremos.
Así como te hicimos desde el barro y el canto,
con esperanza y sueños
te seguimos forjando.

Queda dicho.
No tengo por qué irme.
Cuando te nombro,
otro lado queda en ninguna parte.

Y al igual que hoy, mañana te diré:
tenés mi corazón,
mi voluntad,
mis ganas…
Vamos andando, Buenos Aires.

(Febrero 2011)



BIBARRIAL

No desconozco al barrio que era mío,
él me desconoce a mí.

Como amantes que el tiempo desdibuja
en la pesada niebla de los años
y sólo reconocen instantes de alegría
y desazones compartidas,
así mi corazón deambula por sus calles
nombrando esquinas, convocando fantasmas,
hilvanando ausencias de padre y madre,
de amigos que fueron
y muchachas de zaguán a hurtadillas
que hoy sólo son recuerdos del olvido.

Entiendo que es ayer este silencio
que hormiguea de voces y sonidos
cuando entro a calles sin mi historia
donde ahora otros laten su vivencia,
y asumo mi autoexilio.

Porque me fui como se fueron tantos
a crecer porteñidad en otros barrios;
hago la salvedad: vuelvo
con una asiduidad más de lo aconsejable
lastrado con pesados entonces,
todos los aquí había, todos los aquí estaba,
a caminar por un Boedo que es
llevado de la mano por un Boedo que fue,
como un juego secreto, peligroso, ladino.
Tiene razón en no reconocerme
porque vuelvo nostalgia sin hablar de regreso.
Para Boedo soy otro:
alguien que lo ama hasta mellarse el alma,
que le debe su infancia
y los rebeldes gritos de la pubertad;
el que se nutrió con su historia de luchas
y que lo reivindica como patria del sur.
Y punto.
No hay nada más que hablar.

Llegó entonces la hora de asumirme
mirando el plano de la realidad:
cinco monedas más y cincuenta años Coghlan
es más que media vida. A decir verdad,
mi sitio desde casi medio siglo ya.

Sin desesperos ni contradicciones
me sé ahora de ambos barrios.
Siento que estoy en paz.

Y cuando juegue y pierda la última parada
me iré porteño honoris causa—ya lo dije una vez—
feliz de haber estado, y sin chistar;
en Coghlan —si se cuadra—, cerraré mi presente.
En Boedo —sin dudarlo—, moriré hacia atrás.

(2010)



AGRELIDAD

Llevo mi agrelidad prendida al alma
con el hilo invisible del recuerdo.

El tiempo aquel donde la vida no golpeaba
con lingotes de olvido herrumbrados,
aunque sí la pobreza que marcó a la niñez:
la pieza única compartida por todos,
enemiga de los encuentros íntimos.

Después la adolescencia
—verso sin pulir—, apresurada,
llegó fantaseando el lugar propio,
inalcanzable,
y cualquier tabuco me parecía un palacio.

Frente a la imperiosa necesidad de intimidad,
¡cuántas veces soñé con intrusar
el cuarto de Van Gogh!

(3. 1. 2008)



EL “POLACO”

Llegó a la vida con el tango puesto;
lo demás fue destino saavedrense:
el fervor futbolero por platense,
la fidelidad a lo que es nuestro.

Su canto nace puro en la vertiente
de su fraseo modulado en lunas,
azula el empedrado, y ya no hay duda:
el “Polaco” es del barrio y de su gente.

Cuando el abierto patio sea recuerdo
—sombra agachada en la memoria—,
y el último gorrión haya emigrado,
Buenos Aires guardará su historia:
su voz vendrá por cielos del pasado
a reafirmar qué somos y hemos sido.

(24 / junio / 2007)



GORDO EN EL CIELO CON BANDERA AZULGRANA

Vos eras más que yo: eras mi amigo.
En tardes de divagues y de hechos concretos
junto a la ventana del “Margot”
poníamos a punto sueños y proyectos
armados con el meccano de la esperanza.

No sé qué harás ahora en la perfecta imposibilidad;
se me ocurre que matando el no tiempo
andarás a los gritos por la espaciosa nada
diciendo: “Soy de Boedo,
barrio de tango, cultura y San Lorenzo”
y un eco desmedido —suelo escucharlo a veces—,
amplía tu vozarrón como una alarma.

Estamos los ateos y los que no lo son.
Y vos no lo eras.
Entonces tendrás ese lugar angélico —como te prometieron—,
para recorrer sin pausa y sin cansancio;
aunque como siempre, no conforme con esto,
estarás pidiendo una cortada San Ignacio del cielo,
fundando un teatro en la nube más pobre,
gestionando un consulado ad honorem para el barrio,
o bregando por tribunas para domingos de tablón sin barras bravas,
¿y por qué no una murga de ribetes boedenses
para alegría y disfrute de los ángeles reos?

No creo que presten atención a tus justos reclamos:
dicen que por allá las cosas son muy serias,
y que así deben ser
aunque a la larga tanta adustez aburra.

Gordo, de ser así, escuchame, sé que podés hacerlo
—ganas no te faltaron y agallas te sobraron
cuando hiciste en los altos de una esquina una caja de sueños—:
decile al Mandamás
que vas a lotearle un buen cacho de cielo
y construirás después nubes baratas
para los que emigraron con más nadas que sueños.
Ponete a patotear a ángeles de otros barrios;
a pegar carteles que proclamen: “Soy del sur”
en cada rincón del Paraíso,
a colgar pasacalles azulgranas en todas las esquinas 
mientras vociferás: “¡Ciclón, Ciclón!”
reventando tímpanos de arcángeles.

Entonces vas a ver que ese dios tuyo
que no entiende qué es haber nacido en este barrio,
harto de tus demandas,
atravesado y fulo porque ya no soporta
que siempre le ganés a ser más bueno,
cansado de oírte tanto Manzi, sus lunas y Malenas,
hasta la coronilla de Boedo, “Margot” y los amigos,
te meta de prepo en una nube con forma de tranvía
y te flete a la Tierra con boleto de ida.
Me juego que lo hace; doble contra sencillo.

Cuando ocurra, ya sabés en qué esquina te espero.

(14. 1. 08)



INSTANTÁNEA BAIRES

Los jóvenes dinámicos han hecho suya la ciudad,
corren adelantándose a su apuro,
veloces en sus aladas zapatillas.

Ausentes de cuanto los rodea,
bajan al subte los que nunca subieron al tranvía.

Conectados a celulares, tablets y computadoras,
viajan por la realidad virtual
mucho antes de ensayar pininos en la realidad de la vida.

(Abril 8, 2012)



VIEJO CAFÉ DE CORRIENTES Y DARWIN

¿Te acordás del café de Corrientes y Darwin
cuando eran los 60 pero no lo sabíamos?

La juventud, ansiosa y tersa
preparaba sin temor su sangre sublevada
porque la muerte no entraba en los cálculos.

Hoy pasé por la esquina;
aún parpadeaba, mustio,
cierto ardor de otras horas.

Sobreviviente lánguido
(¿sobremuriente, acaso?)
algo le está faltando a su irse de las cosas;
tal vez el entonces que fuimos,
viudo hoy de un pasado perdido entre las sombras.

(2003)



PORTEÑO DE PREPO

Soy porteño de prepo con corazón partido/repartido:
cuarenta años de Coghlan donde afirmé mi identidad,
dos décadas madurando en Boedo
y un par de años bajo cielo borgeano
de un Palermo donde sobrevivían almacenes
—minga de delivery: libreta de hule y reparto en triciclo—
con despacho de bebidas
de naipes aromados de ginebra en mesas percudidas.
Y para que la cuenta cierre, hay unos pocos
cruzando la General Paz:
dos o tres de Chivilcoy, mi alumbramiento oeste.

No quepo en la tanta alegría de saberme de aquí
cuando arriba, a la izquierda, la emoción me desborda,
y una voz porteña hasta la médula me dice:
“ —Suerte la tuya, malabarista de palabras,
haber iluminado tu alma con la luz de estos barrios”.

(2005)



PARA DESPUÉS

Cuando camine solo por calles de la Nada
esperaré encontrarme con mis barrios queridos:
Palermo en los 60, Boedo de mis desvelos,
y la quietud de Coghlan cerca de mis latidos.

Saldré a pasear mi sombra de eterno aburrimiento
por calles y avenidas que fueron y estarán
con vida de otras horas y otra luz, lo presiento:
Chiclana, Honduras, Bulnes, Agrelo, Del Tejar…

El sábado, sin duda, vendrá con los tangueros,
veré a Pugliese, a Arolas, a Piazzolla tocar
en la casa non-sancta de aire cristobalero
que regentea otra Vasca, de un cielo café bar.

La tarde del domingo nada tendrá distinto:
arrastrará igual mufa con lánguida cachaza,
y encenderé mi pipa por otra calle Pinto
mientras se aleja el bondi por Crámer y Pedraza.

(2007)



COLOFÓN

Seguiré en Buenos Aires, en su luz y su esencia
como un tema obstinato sin final, para siempre,
cuando la Vida cierre todas mis ventanas
y me empuje a salir por la última puerta.

(2012)

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